Cuatro años después de aquella descafeinada verbena que Warner estrenó en nombre de la alianza superheróica de los cómics de DC, el responsable de levantar este mesiánico universo ha logrado poner en pie la visión que la fatalidad le impidió mostrar al mundo entonces.

El resultado, como no podía ser de otra manera dadas las circunstancias, es un batiburrillo excesivo donde vale todo. Eso es malo, claro, pero también tiene algo que rascar, que Zack Snyder, con sus defectos y su intensidad, también tiene trazas de cineasta interesante y un currículum con obras extraordinarias como Amanecer De Los Muertos o Watchmen, además de trabajos mucho más interesantes de lo que se empeñan en hacernos creer, como Batman Vs. Superman.

A lo largo de sus cuatro horas, La Liga De La Justicia de Zack Snyder no aburre, pero tampoco enamora. Es un monstruo de Frankenstein, casi como un disco de extras reproduciéndose en modo aleatorio, sobre todo en su epílogo, una sucesión de finales casi vendidos al peso, como si hubieran decidido no dejar nada en la sala de montaje. Su abusivo carácter épico hace que la trama avance únicamente porque pasan los minutos, no porque haya una historia hilada que se cuente a través de las imágenes.

Zack Snyder es un tipo necesario que necesita encontrar un nuevo rumbo en su carrera, y tal vez su regreso al mundo de los muertos vivientes que Netflix estrena en unas semanas sea el primer paso. De lo que hay pocas dudas es de su continuidad en Warner, donde parece haber dicho su última palabra con esta versión mastodóntica e hipertrofiada de su aventura definitiva. Seamos sinceros, si la primera piedra de este universo era El Hombre De Acero, los cimientos no tardarían en venirse abajo.

MIGUEL BAIN