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La M.O.D.A. – ‘Ninguna Ola’

Los burgaleses se han abierto a experimentar más que nunca.

No quisiera ir de pitoniso por la vida, pero escuchando las últimas canciones que había publicado La Maravillosa Orquesta Del Alcohol sentía que se venían aires de cambio. A pesar del tremendo éxito cosechado durante la gira de Salvavida (De Las Balas Perdidas), tanto el EP 7:47 (Ni Un Minuto Más) grabado con Steve Albini en Chicago y, sobre todo, los singles ‘Colectivo Nostalgia’ y ‘La Zona Galáctica’ registrados junto a Raül Refree apuntaban a que los burgaleses tenían ganas de desmontar la fórmula que tan lejos les había llevado. Y creo que tras escuchar su cuarto álbum de estudio me atrevo a afirmar que estaba en lo cierto.

No es que el contenido Ninguna Ola me haya pillado del todo por sorpresa teniendo en cuenta los precedentes, pero desde luego consigue descolocar en un primer acercamiento a quienes hayan seguido con atención una trayectoria que se acerca ya a la década de actividad. Sin suponer una ruptura tan radical y manteniendo la coherencia evolutiva mostrada respecto a sus trabajos previos, sí que podríamos decir que estamos ante el punto de inflexión más importante desde que decidieran abrazar el castellano dejando atrás el inglés de sus comienzos.

La figura de Refree (que ha trabajado con gente como Kiko Veneno, Albert Pla y, sí, Rosalía) se presenta imprescindible para entender esta transición hacía un nuevo rumbo. Si Santi García fue capaz de capturar la energía de sus conciertos, con el productor barcelonés La M.O.D.A. se ha abierto a experimentar más que nunca a pesar de haber grabado en directo por primera vez en su carrera. Y esto es algo que irás descubriendo a medida que avancen los cortes del disco.

El arranque de ’93 Compases’ ya marca el tono de lo que nos vamos a encontrar durante la próxima media hora. En lugar de recibirnos con la banda al completo entrando a saco, se desmarcan con la voz quebrada de David Ruiz y su acústica tomándose su tiempo. Únicamente el estribillo a golpe de caja y coros rompe la dinámica conduciendo hacia un tramo final en el que te empiezas a venir arriba aún sin levantarte del asiento. Con una vibración igualmente oscura y reflexiva continúa ‘La Vuelta’. El sonido es mucho más sutil, sin necesidad de que los siete componentes estén luchando entre ellos por llamar tu atención.

Esas ganas de probar nuevos terrenos se van sucediendo poco a poco. En ‘Un Bombo, Una Caja’ juegan con un groove cercano al hip hop montado sobre un ritmo programado en el que el banjo y el acordeón van danzando, mientras que el loop de batería en ‘Conduciendo Y Llorando’ crea una atmósfera llenando toda la canción que solo se detiene para permitir escuchar como David coge aliento para encarar el siguiente verso. Igualmente estremecedor es el silbido a lo western de ‘Regresso À Vida’ y su cierre cabaretero.

Como ya podréis intuir, no estamos ante un disco diseñado para contentar a las audiencias en los grandes festivales de verano. Y aunque en el segundo acto nos reencontramos con una Orquesta que nos resultará más familiar en ‘Banderas Sin Color’ y ‘Memorial’, no han optado por el camino fácil. Puede que ‘Barcos Hundiéndose’ sea lo más parecido a un ‘Héroes Del Sábado’ que encontraremos aquí, y por descontado no tiene ni pretende poseer esa vocación de himno para masas. Seguramente sean la profunda melancolía (e intuyo que hasta autobiográfica) de ‘Semifinales’ o la ya conocida ‘Colectivo Nostalgia’ las que acaben ganándose el cariño de la afición, aunque se disfruten más en la intimidad tu habitación que compartiéndolas junto a miles de gargantas en un pabellón.

Dudo que a pesar de los riesgos tomados Ninguna Ola vaya a hacer que La M.O.D.A. bajen de esa cima que con tanto esfuerzo han conseguido escalar. Y de ser así, me alegraré mucho. Porque independientemente de que te parezca mejor o peor que anteriores entregas, prueba que, lejos de quedarse estancados, siguen siendo capaces de sorprender.

GONZALO PUEBLA