Hacía tiempo que no escuchaba a una banda de aquí que dominara tanto el arte de doblegar la distorsión para sacar melodías como hacen La Paloma en su primer álbum. Los madrileños ya habían apuntado buenas maneras con su EP Una Idea, Pero Es Triste de 2021, pero aquí confirman que su potencial era aún mayor.
El arranque con esas guitarras tan Superchunk de ‘Sigo Aquí’ deja claro que el grupo ha conseguido plasmar un sonido más nítido y musculoso en su puesta de largo; la voz también ha subido varios puntos en la mezcla. Me alegra que no hayan querido jugar a la carta del lo-fi -sin que ello signifique perder ni un ápice de autenticidad- porque estas canciones bien merecían que les sacaran todo el brillo posible.
La exuberancia y vitalidad de su música transmite la felicidad de unos tipos que cuentan las horas para poder encerrarse en el local de ensayo y hacer ruido, al tiempo que sus letras dibujan más desengaños que victorias. Es un contraste que funciona a la perfección en canciones como ‘Quejas Célebres’ o ‘Tiré Una Piedra Al Aire’, donde tiran hacia una inmediatez cercana a la de Cala Vento, o en la más oscura ‘Cosquilleo’ donde te meten de inmediato en la película con el primer verso, «Camino por un surco ensangrentado, que deja uno olor extraño. Y hay gritos y hay pasos».
Sin miedo a decantar la balanza hacia al pop en ‘Todo Esto’, ‘Cosas Sencillas’ o el estribillo de ‘Algo Ha Cambiado’, como decía al principio, lo que de verdad atrapa son esas guitarras herederas de Dinosaur Jr. o Hüsker Dü que elevan ‘El Adversario’ o ‘Polvo’, con ese desbarre noise, a cotas más altas de lo que les conocíamos hasta ahora.
Tanto si te va el indie noventero americano como si atraen grupos como Carolina Durante, Biznaga o Mujeres, será difícil que, como a la criatura que sale en la portada, no se te caiga la baba.
JORDI MEYA