Quien ríe último, ríe mejor. Eso debe pensar Liam Gallagher al ver como su carrera en solitario va viento en popa. Ojo, que el mes que viene llenará el solito durante dos noches el recinto de Knebworth, el mismo donde se consagraron Oasis en 1996.
Después de tantos años viviendo a la sombra de su odiado hermano, y tras la tibia respuesta hacia su banda Beady Eye, con el tercer disco bajo su firma hasta la crítica, que hasta ahora nunca se lo había tomado demasiado en serio, parece estar poniéndose de su lado. Y no es que C’Mon You Know sea brillante, o nos muestre algo muy distinto a sus dos trabajos anteriores, pero sí que contiene mejores canciones y con un mejor acabado. Y aunque su voz ya no raspe tanto como antes, sigue siendo totalmente reconocible.
Moviéndose dentro de los parámetros de sus influencias clásicas, aquí hay tanto guiños a los Stones (‘More Power’ empieza con un coro de niños a lo ‘You Can’t Always Get What You Want’) como a los Beatles (‘Better Days’ tiene una base en plan ‘Tomorrow Never Knows’), a lo largo del álbum al pequeño de los Gallagher se le nota totalmente cómodo.
El disco fluye acertadamente combinando temas más intensos como ‘I’m Free’ -algo así como un cruce entre los Primal Scream punkarras con un inesperado quiebro dub-, himnos más cercanos a Oasis como las estupendas ‘Everything’s Electric’, co-escrita y con batería de Dave Grohl, y ‘C’mon You Know’; baladas de corte radiofónico como ‘Too Good For Giving Up’, y flashes de retro pop sesentero como ‘It Was Not Meant To Be’, ‘Oh Sweet Children’ o ‘Moscow Rules’, compuesta junto Ezra Koenig de Vampire Weekend.
Inesperadamente, Liam se ha convertido en algo tan raro en nuestros días como que un solista a punto de cumplir los 50 sea capaz de grabar un disco de rock sin complejos y con atractivo comercial. Noel, ahora es tu turno.
MARC LÓPEZ