Seguramente a estas alturas estaréis tan hartos como nosotros de leer referencias a la pandemia en cada reseña, entrevista o crónica que publicamos. Ya nos gustaría no tener que hacerlo, pero el impacto del COVID ha sido tal que resulta imposible no hacer mención de ello. Más aún en un sector que ha sufrido como ningún otro las consecuencias de la onda expansiva del virus.
Desde marzo de 2020 hemos visto a las bandas intentar gestionar como buenamente podían una situación en la que todo estaba en contra, forzando a muchas a tirar la toalla ante el desánimo. Podría haber sido el caso de Liher cuando los donostiarras, con el sobresaliente Hemen Herensugeak Daude recién salido del horno, se vieron obligados a regresar a casa en medio de su tour europeo. Las secuelas psicológicas de un golpe así habrían dejado a más de uno sin ganas de salir de la cama en una buena temporada. Pero no a un grupo como ellos.
Afrontando todos los riesgos, consiguieron rearmar una gira estatal de más de 30 fechas ante audiencias sentadas e inmóviles (algo contraproducente para una propuesta tan viva y electrizante como la que manejan los de San Sebastian) y dejar constancia a modo de catarsis creativa en un nuevo trabajo. Eta Hutsa Zen Helmuga, grabado en casa junto a Kike Arkarazo en sus Garate Studios, es el manifiesto de unos músicos heridos en su orgullo pero que todavía se niegan a claudicar.
De este modo, la conceptualidad de su anterior disco da paso a unas canciones descarnadas y con los sentimientos a flor de piel. ‘Kintsugi’, ‘Orbainetan Lehena’ y la post-hardcoreta ‘Arrastaka’, con un curioso juego de palmas, ofrecen un arranque de álbum furibundo. Los riffs incisivos de Iñigo Etxarri continúan siendo norma en su vocabulario, mientras que Lide Herrando se hace dueña del micrófono gracias a la fuerza de sus melodías.
Buen ejemplo de ello es el single ‘Non Zaren Ere’. Un medio tiempo que, al igual que lo fue ‘Teloia’, deja entrever su lado más accesible sin renunciar a la pegada como se intuye en ese puente cargado de tensión a punto de estallar. Otra sorpresa inesperada es escuchar la voz de Iñigo al inicio de ‘Porlan’, previa a otro vendaval de guitarrazos con sabor stoner.
Precisamente ese poso de hard-blues sale a la superficie en la segunda mitad del álbum, dónde Lide se mueve con comodidad entre cadencias más cercanas al soul. A ello contribuyen las colaboraciones de Noa Eguiguren de Noa & The Hell Drinkers en ‘Ain’t No Lullaby’, Lidia Insausti de Arima Soul en ‘Hasi’ y Miren Narbaiza MICE en ‘Orri Zuri Batek’. Todas ellas aportando su particular sensibilidad a un tramo más reflexivo que explosivo. Aunque la descarga de adrenalina vuelve con ‘Mairubaratza’ y la ayuda de Alain Martínez de Qverno sumándose a la fiesta.
Liher han sobrevivido al año más complicado de su carrera luciendo orgullosos los moratones y cicatrices sufridos en estos meses, dispuestos a seguir peleando por una meta aún a sabiendas de que es más inalcanzable que posible. Nos dijeron que saldríamos de esta mejores y más fuertes. Al menos en su caso, sí se ha cumplido.
GONZALO PUEBLA