No, querido lector. Siento decirte que este artículo de opinión no trata sobre las filiaciones sexuales de nuestros músicos favoritos, ni de los redactores de RockZone (esto último podría dar mucho juego, pero mejor lo dejamos para otro día). Hoy vengo a hablar de otro tipo de lluvia dorada.

Seguro que muchos recordaréis aquel vídeo viral en el que David Achter, cantante de John Coffey, consiguió cazar al vuelo un mini de cerveza mientras hacia crowdsurfing durante la actuación de su grupo en la edición del Pinkpop Festival en 2015. Una imagen que quedó para la posteridad debido a la enorme destreza y sangre fría que demostró Achter para realizar semejante hazaña. No todos los súper héroes llevan capa, ya lo sabéis.

Pero de lo que nadie se paró a hablar en ese momento fue, ¿de dónde demonios salió disparado el vaso con el líquido elemento?. Bien, esta última temporada festivalera me he percatado de que este extraño fenómeno meteorológico se está empezando a dar en nuestro país con más frecuencia de la deseada. En Gran Bretaña ya viene siendo bastante tradicional que el público lance la bebida hacia el escenario una vez que sólo les queda un culín de cerveza, refresco, cubata, o lo que demonios sea que beban allí.

Dicha costumbre parece haberse instaurado también en España. Da igual si has ido al Resurrection, al Mad Cool o al Viña Rock. Seguro que si este verano has pisado un festival habrás visto más de un vaso volando sobre tu cabeza… cuando no impactando sobre ella. Y he ahí el problema. No todos tenemos ojos en el cogote ni los reflejos de nuestro amigo David, por lo que las probabilidades de acabar empapados accidentalmente son bastante altas, por no hablar de llevarte un golpe de lo más gratuito y sin venir a cuento.

Lo más peligroso es que esta cuestionable practica no sólo se reduce a los festivales, sino también a los grandes recintos cerrados. Mismamente, en la última visita de Slayer, pude comprobar cómo un seguidor arrojaba desde la grada hasta tres macetas medio vacías hacia la pista sin sonrojo alguno. Viendo su aspecto, intuí que debía de sobrarle la pasta como para ir despreciando de semejante manera un trago de cerveza, que como todos sabemos, en un concierto no sale precisamente barato.

Mi recomendación final es que, si sois de estos indeseables que se dedican a semejante fechoría, por favor, la próxima vez que no os apetezca acabaros la bebida, cedédsela al compañero que tenéis al lado. Seguro que más de uno os lo agradeceremos.