En este segundo año marcado por la pandemia, la música ha vuelto a ser para los redactores de RockZone, y esperamos que para todos vosotros, una fuente de inspiración, resistencia, o simplemente una válvula de escape. Aquí tenéis la primera parte de nuestros 50 Mejores Discos de 2021, correspondiente a los artistas internacionales que más nos han hecho vibrar en los últimos 12 meses. Y en este enlace la de nacionales.
Aunque constantemente se no está bombardeando con el mensaje de que el rock está en una vía muerta y que es una música que forma más parte del pasado que del futuro, lo cierto es que el presente nos sigue ofreciendo propuestas que muestran una gran vitalidad creativa. Basta que alguien se moleste en abrir los oídos y dejar entrar algunas de los cientos de canciones de los álbumes que aquí os presentamos para darse cuenta que seguimos rodeados de un ruido maravilloso, pese a que a los algoritmos sigan ignorándolo.
Textos de Jordi Meya, Pau Navarra, Richard Royuela, Luis Benavides, Gonzalo Puebla, Joan Calderón, David Garcell, Santa, Marta Puig
30- TIGERS JAW
I Won’t Care How You’ll Remember Me
(Hopeless Records)
La banda de Pennsylvania vuelve cuatro años después de aquel encantador y reconfortante Spin con un disco muy sólido y, siento decirlo, menos lineal. La aportación de los otros dos miembros ya oficiales tras largas giras juntos, el batería Teddy Roberts y el bajista Colin Gorman, seguramente tiene algo que ver en esta mayor diversidad y al mismo tiempo consistencia del repertorio. Producido por la propia banda y Will Yip (Title Fight, The Wonder Years), con el que ya habían trabajado previamente, I Won’t Care How You Remember Me es un notable ejercicio de pop punk emotivo hecho por y para jóvenes más cerca de los 30 que de los 20. En pocas palabras, para entendernos, potencia contenida, algunas florituras, y letras adultas.
29- CHUBBY AND THE GANG
The Mutt’s Nuts
(Partisan/PIAS)
Los londinenses han sabido recoger como muy pocas bandas en los últimos años, ese rock peleón inglés de los 70 -algo así como poner en un coctelera a Slade, Dr. Feelgood o The Vibrators-, y meterle una buena sacudida con esas influencias hardcore de la que han bebido algunos componentes de la banda, y que son más que obvias en la manera de cantar (y en sus letras) de Chubby Charles. Añadamos a esto toques de bandas como Rose Tattoo, o incluso Ramones y ya lo tenemos. Que el batería de Fucked Up, John Falco, los produzca no debería tomarse como una casualidad. Es imposible no sentirse enganchando ante ese torrente de energía.
28- IRON MAIDEN
Sejuntsu
(Parlophone)
A Iron Maiden les basta con menos de un minuto y medio de su nuevo disco para demostrar a escépticos y herejes que andan a cientos de años luz de estar acabados. La misma ‘Senjutsu’ abre su decimoséptimo álbum y qué épica, señores y señoras, qué épica. La dupla compositiva Smith/Harris trabajando a pleno rendimiento, y cuando sueltan sin miramientos el estribillo, alucinas. Una maravilla que muestra a las claras que los sintetizadores van a jugar un papel importante aquí. Evidentemente no estamos ante un Seventh Son Of A Seventh Son, pero vaya si se harán notar en el disco. Si un día pinchando The Number Of The Beast se me apareciera el Diablo y me ofreciera vender el alma a cambio de afrontar la senectud con la mitad de buena forma y claridad de ideas que presentan Iron Maiden en 2021, firmaría sin pestañear.
27- AMENRA
De Doorn
(Relapse)
Si lo nuevo de Amenra te suena más como la banda sonora de un ritual que como un disco en sí, es porque eso es exactamente lo que es. El colectivo belga rompe con la numeración que hasta ahora había seguido su discografía, y en lugar de la séptima entrega de Mass, nos ofrece este De Doorn que recoge cinco composiciones creadas para dos performances vinculadas a artistas plásticos. Como otros grupos que pueden moverse en coordenadas similares, desde Neurosis a Isis, las obras Amenra buscan que el oyente tenga una experiencia sensorial, más que disfrutar de una canción en concreto, y De Doorn consigue totalmente ese objetivo. Escuchándolo, sentirás como el viento sopla en tu cara, como el frío invade tus extremidades, una quemadura en el pecho, gotas de sudor en la espalda, un escalofrío en la nunca… A menudo se usa la palabra catarsis con cierta ligereza para hablar de música, pero como queda patente en el último corte, ‘Voor Immer’, no hay un término mejor para definir lo que Amenra ejecutan, una vez más, de manera brillante.
26- THRICE
Horizons / East
(Epitaph)
Después de un To Be Everywhere Is To Be Nowhere convincente pero algo conservador, Palms nos devolvió en parte a los Thrice que gustaban de juguetear con su sonido. Una idea que abrazan aún con más fuerza si cabe en Horizons / East. Porque si alguna vez la etiqueta de los «Radiohead del post-hardcore» que se les ha colgado en más de una ocasión ha tenido sentido, desde luego lo encuentra aquí. Sin ir más lejos, el álbum se inicia con una ‘The Color Of The Sky’ cuyas vibraciones remiten directamente a los de Thom Yorke, gracias a una base de sintetizadores y un juego de bajo-batería aplastante (que infravalorada está la sección rítmica que componen los Breckenridge). Al igual que Deftones en el nu metal, nadie de aquella quinta del emo y post hardcore de comienzos del nuevo milenio ha sabido conducir su trayectoria de una manera tan constante como ejemplar. Y es que, ¿cuántos pueden decir que su undécimo disco sigue siendo de notable alto?
25- THE RUINS OF BEVERAST
The Thule Grimoires
(Ván Records)
The Ruins Of Beverast son de la raza de Triptykon, de los ya extintos Necros Christos. La suya es una vanguardia atlante, un atrevimiento con 10.000 años de antigüedad. The Thule Grimoires es otro fresco renacentista que indirectamente se rebela contra el single, contra la playlist… contra la apología de la ignorancia y la infame epidemia del fast food musical. Siete temas imponentes como Abu Simbel componen el sexto álbum de Alexander von Meilenwald, el músico detrás de este proyecto faraónico. Recurriendo a la sabiduría ancestral para presentar batalla a esa intrascendencia y ridiculez intrínseca en el género humano, el germano erige otra catedral desde la misma ‘Ropes Into Eden’, una apertura fértil que merece el apelativo de tratado filosófico.
24- TRIVIUM
In The Court Of The Dragon
(Roadrunner)
Desde la intro instrumental ‘X’, la banda nos invita a entrar en un mundo épico y heavy, muy heavy, donde despliegan su artillería en todo su esplendor. Aunque en sus inicios se les intentó encasillar como una banda de metalcore, bien pronto los de Florida quisieron dejar claro que en su música cabía cualquier influencia -siempre que viniera del metal, claro- y su décimo trabajo es como un concentrado de todas las ramas del género. Pero donde de verdad Trivium se sacan la chorra esta vez es en los tres temas en los que han dado rienda suelta a su vena progresiva: ‘The Shadow Of The Abattoir’, ‘Fall Into Your Hands’ y la espectacular ‘The Phalanx’, que cierra el álbum. Cada uno supera los siete minutos de duración, pero en ningún un momento estás pensando que quizá se les ha ido la olla. Al revés, te hace pensar en un futuro en el que, como han hecho Iron Maiden en su última etapa, se vuelquen totalmente en esta faceta. En ellos Trivium nos sorprenden con algún toque folk, arreglos orquestales cortesía de Ihsahn (Emperor), riffs inverosímiles, arrebatos death y todo lo que puedas imaginar. No son la mejor banda del mundo, pero en el mundo de Trivium, no hay nadie mejor que ellos.
23- CONCRETE WINDS
Nerve Butcherer
(Sepulchral Voice Records)
Con Jonatan Johansson también de los recomendables Degial, lo que este dúo perpetra es una avalancha perturbada de urgencia grind (la nota de prensa menciona a Terrorizer), cimientos death, pero también furibunda malicia black. Katharsis, Sadistik Exekution o, siguiendo con la inspiración austral, Bestial Warlust, pueden venirte a la mente cuando te sometes a este castigo. Inclemente tromba, ya lo creo, pero Concrete Winds no alcanzan la crueldad psicópata de unos Pissgrave o Tetragrammacide, y eso permite que disfrutemos de todos y cada uno de sus riffs, locuras instrumentales y solos desquiciados. Y del sano headbanging en burradas a tope de power como ‘Industrial Mutilation’, ‘Intravenous Doctrine’ o ‘Paroxystic Flagellator’. Cristo ten piedad.
22- THE PRETTY RECKLESS
Death By Rock And Roll
(Century Media)
Death By Rock And Roll es un trabajo de tomo y lomo. Ya en el anterior, Who You Selling For (2016) se intuía la voluntad del grupo de ofrecer un sonido más orgánico, y salir de esa cáscara de metal alternativo y estética oscurilla de sus inicios, y aquí la culminan con una docena de canciones de vocación atemporal. La fuerza y profundidad con la que la voz de Taylor Momsen suena en temas como ‘My Bones’ o su aplomo en ‘Witches Burn’ (imagina a Ann Wilson de Heart cantando en un tema de Danzig) harán imposible que ya nadie dude que va en serio. Porque puede a que base de que lo repitan nos acabemos creyendo aquello de que el rock está muerto, pero este disco nos recuerda que no será tan fácil enterrarlo.
21- WORM
Foreverglade
(20 Buck Spin)
Disco tras disco, este gusano se ha ido retorciendo y agigantando por el lodazal extremo de tal manera que se ha ganado más almas para su causa. Para ester tercer álbum, Equimanthorn y Fantomslaughter han reclutado a las guitarras a un nuevo integrante, Nihilistic Manifesto (y a L. Dusk como baterista de sesión) para, así, poder desenvolverse mejor con los teclados de Worm. A priori podríamos decir que el death doom manda en Foreverglade, pero sería quedarse corto, ya que la cantidad de matices y detalles en la composición que por aquí fluyen, dan cabida a otros estilos metálicos. Prueba de ello es ‘Empire Of The Necomancers’, pues sus épicos y emotivos solos heavylones y posterior aceleramiento hacia un death metal melódico, e incluso algo progresivo, serán lo que brille y destaque sobre el resto de canciones. Si eres un nostálgico de Unholy, Ceremonium, Dusk, Thergothon o diSEMBOWELMENT, tus carencias serán recompensadas con Foreverglade.
20- QUICKSAND
Distant Populations
(Epitaph)
Tres años después de aquel regreso tan inesperado como celebrado titulado Interiors, Quicksand publican otro buen disco de rock alternativo para el sello Epitaph. Producido por el solicitadísimo Will Yipp, su nuevo álbum sigue la estela del anterior, confirmando así una interesante evolución que no ha pasado desapercibida. Distant Populations, con el aislamiento y el distanciamiento social y mental como hilo conductor de un disco marcado por este presente distópico que vivimos, convence a la primera. Y es que en términos generales es un disco más inmediato (dura 32 minutos) y desenfadado que el anterior, más físico que cerebral. Han encontrado el punto justo entre la contundencia de sus primeros trabajos y la querencia por las capas de guitarras y las partes ambientales.
19- EMMA RUTH RUNDLE
Engine Of Hell
(Sargent House)
Engine Of Hell es un álbum expiatorio, terapéutico y concebido como una especie de exorcismo de traumas del pasado que le ha servido como terapia o, sencillamente, desahogo. Su voz se presenta simplemente acompañada por una guitarra acústica o un piano (en un par de temas aparece un chelo y algún coro) a lo largo de los poco más de 40 minutos que dura el disco. Aquí no encontramos artificios, los cortes han sido grabados en una sola toma en la mayoría de ocasiones, y con la única presencia de su productor. Nada más. Y sin embargo, a pesar de su minimalismo, esta joya resuena con fuerza. Muestra de ello podría ser la susurrante y melódica ‘Body’ o el emocionante cierre, con un piano punzante, casi hiriente, en ‘In My Afterlife’. En lo artístico, es una evidencia que se trata de un punto inflexión en su carrera, mostrándonos a una Emma Ruth Rundle valiente, mucho más delicada, y con una sensibilidad emocional y musical aún más intensas.
18- SPIRITBOX
Eternal Blue
(Rise)
El matrimonio formado por la vocalista Courtney LaPlante y el guitarrista Michael Stringer, militó durante años en Iwrestledabearonce, banda canadiense que en la pasada década llegó a publicar tres álbumes con Century Media, sin lograr salir del circuito underground. Pero su suerte parece haber cambiado, y con este nuevo proyecto, su futuro tiene mucha mejor pinta. Está claro que en parte se debe a que la música de Spiritbox es mucho más accesible que ese metalcore alocado en el que cabían todo tipo de influencias que practicaban Iwrestledabearonce, pero si fuera solo por eso, triunfarían el 90% de las bandas de metal. De hecho, aunque tienen algunas canciones más comerciales, ‘Holly Roller’, con la que empezó el efecto bola de nieve, no es precisamente la más suave del disco. El caso es que el trío, seguramente sin saber ni cómo, ha dado con la tecla adecuada para conectar con el público. Y hasta cierto punto tiene sentido porque su sonido, tan agresivo como hermoso, es una amalgama de lo que viene siendo el metal en el siglo XXI.
17- HALSEY
If I Can’t Have Love, I Want Power
(Capitol)
Podemos hablar de If I Can’t Have Love, I Want Power como una reinvención. Su atractiva voz, su honestidad a la hora de escribir letras, y su don para las melodías siguen presentes, pero nos encontramos con una versión más adulta e interesante de una mujer que acaba de ser madre. No en vano, el álbum es una obra conceptual sobre la complejidad emocional de un embarazo, y más para alguien que sufre un trastorno bipolar. Todo esto se refleja en una gran variedad de registros musicales. Temas como ‘The Tradition’, ‘Bells In Santa Fe’, ‘1121’ o ‘Whispers’ presentan esos arreglos minimalistas con toques electrónicos que han caracterizado las bandas sonoras creadas por Trent Reznor y Atticus Ross, productores del álbum. Su influencia también se deja escuchar en ‘I Am Not A Woman, I’m A God’ o la amenazante ‘The Lighthouse’, pero a su lado encontramos el pop electrónico de ‘Girl Is A Gun’, las pegadizas y noventeras ‘You Asked For This’ o ‘Honey’ (esta con Dave Grohl pegándole a la batería), o la folkie ‘Darling’, en la que escuchamos la exquisita guitarra del ex Fleetwood Mac, Lindsey Buckingham. Pero por mucho que estos colaboradores (también están Dave Sitek de TV On The Radio o el veterano bajista Pino Palladino) la hayan ayudado a que el disco suene fantásticamente bien, no hay que olvidar que toda la visión artística es suya, y su talento para retratar en pocas palabras las contradicciones de la mente humana resulta brillante.
16- IDLES
Crawler
(Partisan/PIAS)
Crawler es tan sofocante y estridente como sus discos anteriores, pero algo más introspectivo. A medida que va avanzando el disco, va quedando claro que la banda ha premiado más el post que el punk, sin que encontremos ningún cántico hooliganesco al estilo de ‘Danny Nedelko’. Cortes como ‘Meds’ o ‘Stockholm Syndrome’ llegan teñidos de oscuridad, y ‘The New Sensation’ y ‘King Snake’ son invitaciones al baile, pero en un after donde los primeros rayos de sol se empiezan a colar por las rendijas. La garajera ‘Crawl!’ es quizá el único momento un poco celebratorio. Más que canciones, esto son cicatrices causadas por adicciones, traumas, la vida y la muerte. Posiblemente el momento más especial del disco sea la atmosférica ‘Progress’ una especie de blues electrónico, al estilo de lo que ha hecho Mark Lanegan en los últimos tiempos. Que justo después nos ataquen con 30 segundos de desbarre hardcore en ‘Wizz’ muestra que quizá Idles podrían hacer aún más interesantes sus discos si jugaran más con este tipo de contrastes. ¿Dónde está el límite para una banda que va siempre al límite? Donde le dé la gana.
15- NOFX
Single Album
(Partisan/PIAS)
Single Album -ingenioso título pensado para un disco que iba a ser doble- es posiblemente el culmen de la faceta de Fat Mike como escritor. Para disfrutar plenamente del decimocuarto álbum de NoFx, aconsejo, es más diría que es imprescindible, tener las letras de sus diez canciones a mano. A nivel musical, el disco depara algunas sorpresas como la abstracta estructura de la inicial ‘The Big Drag’, o el inicio bluesy de ‘Doors And Fours’, pero insisto es que lo más relevante de Single Album no son los riffs molones o las melodías pegadizas -que siguen presentes en temas 100% NoFx como ‘Fuck Euphemism’ o ‘I Love You More Than I Hate You’- sino lo que se cuenta en sus canciones, como ese bonito homenaje al fallecido Steve Soto de Adolescents, ‘Grieve Soto’. En Single Album, Fat Mike se ha desnudado como nunca en un disco de NoFx, y sus compañeros le han seguido como si no hubiera mañana. Porque no lo hay.
14- HELLOWEEN
Helloween
(Nuclear Blast)
Os juro que le he dado mil vueltas a este trabajo, que le he buscado los tres pies al gato, que podría haberlo escuchado sereno o harto de anfetas, pero el convencimiento de que estamos ante algo realmente tocho ha ido ganando posiciones a cada nueva audición. Porque de inicio el disco te deja frío, porque en el fondo siempre serás un chaval y esperabas sólo material de sus ochentas, y aquí hay mucho también de lo más destacable de sus noventas. Es incluso posible que tu maltrecha materia gris, enferma de nihilismo puretil, te impida procesar tanta grandeza de primeras. Que se rebele ante esa posibilidad. Pero a medida que esos solos doblados toman posiciones, y sus legendarias cabalgadas épico-melódicas te adelantan a derecha e izquierda, debes caer ante la evidencia: que incluso forzando la máquina, que incluso considerando a ‘Mass Pollution’, ‘Cyanide’ o ‘Indestructible’ los temas menores de Helloween, seguramente sean el mejor maldito power que hemos escuchado desde que eclosionara Avantasia, desde que surgieran HammerFall, Rhapsody o Primal Fear a finales del XX. Uno podría observar doce cortes y pensar que hay mucho relleno, que han ido a por la rentabilidad económica, a por los streamings, pero nada de esto. Es que ni por asomo. A esta resurrección bíblica no le sobra ni le falta una sola nota.
13- WEEZER
Van Weezer
(Crush/Atlantic)
Como deja intuir su título y la tipografía de su portada, Van Weezer es un homenaje nada sutil al hard rock que marcó la niñez y la adolescencia del CEO de Weezer, y el disco en el que más ha dado rienda suelta al guitar hero que lleva dentro. En los 32 minutos que van desde el eufórico arranque de ‘Hero’ hasta la despedida acústica de ‘Precious Metal Girl’, uno no puede más que rendirse ante el torrente melódico con el que Cuomo y su cuadrilla te acribillan los oídos. Cada puñetera nota parece haber sido escogida para que se quede grabada en la cabeza. No hay lugar para experimentos, ni concesiones autoindulgentes; sus canciones son la máxima expresión de aquello de ‘don’t bore us, get to the chorus!’.
12- THE BRONX
The Bronx VI
(Cooking Vinyl)
Arrancando con las guitarras afiladas de ‘White Shadow’, el álbum te traslada de inmediato a un garito donde los empujones hacen imposible que sostengas una cerveza sin salpicar a alguien. Un puñetazo que tiene su replica en ‘Superbloom’, incluso aún más potente y punk. De ahí pasamos a ‘Watering The Well’, con un sabor más rock’n’roll y Matt Caughthran cantando «I’m not out looking for an answer, I’m not looking for a cure / She said she used to be a dancer, and the rest is a blur», en una de esas historias de las que Tarantino podría sacar una película. También destacables son ‘Mexican Summer’, un tema con el que por primera vez encuentran un punto de encuentro entre Mariachi El Bronx y The Bronx, la eufórica ‘High Five’ muy en la línea de The Hives, y ‘Peace Pipe’, uno de esos temas en los que bajando el tempo y subiendo la melodía demuestran que también son capaces de escribir hits. The Bronx no necesitan grandes conceptos, ni coartadas, para grabar un gran disco, sólo enchufarse y dejar que la química fluya.
11- THE ARMED
Ultrapop
(Sargent House)
A lo largo de casi 39 minutos, este ejército de terroristas se dedican a contraponer estilos y sonoridades aparentemente antagónicas. No tengo ni idea de cuántas pistas se habrán utilizado en cada tema, pero la cantidad de capas que hay aquí hace que suene como si estuvieses escuchando cinco o seis discos de los músicos implicados al mismo tiempo. Aunque como deja intuir el título, éste sea su trabajo más melódico, las voces quedan enterradas bajo mantos de guitarras, sintetizadores, baterías sin compasión, y todo tipo de efectos disonantes, con una densidad parecida a la del último disco de Code Orange, pero con un espíritu más punk que metal. Pese a buscada intención de sabotear cualquier intento de que esto pueda entrarte a la primera, en pocas escuchas ese lado pop logra salir a la superficie haciendo que temas como ‘A Life So Wonderful’, ‘An Interation’ o incluso una cafrada como ‘Faith In Medication’ tomen sentido. No lo ponen fácil, pero si eres de los que disfrutan montando en una de esas montañas rusas que dan mil vueltas, Ultrapop te proporcionará suficientes emociones fuertes para dejarte jadeando.
10- IMPALED NAZARENE
Eight Headed Serpent
(Osmose Productions)
Desde que arrojan ‘Goat Of Mendes’ su ruidoso decimotercer disco es una masacre de primer orden. Hasta que no alcances la extrañamente épica ‘Foucault Pendulum’, aquí no hay tregua, ni piedad, ni respiro, ni memeces políticamente correctas, sobra decirlo. Metal extremo por el metal extremo. Real, sin poses, sin discursos buenrollistas y sobados para quinceañeros que se traduzcan en retwits. Esto es su incansable black grindcorizado a piñón fijo en poco más de media hora de escandalosa ferocidad, trabajosamente grabada y mezclada por Asko Ahonen en Revolver Studio y masterizada por el pobre Mika Jussila. Una bomba nuclear de 666 megatones, como acertadamente sentencia la nota de prensa. Eight Headed Serpent es la culminación de 31 años de resistencia anti-todo. No future.
9- DEAFHEAVEN
Infinite Granite
(Sargent House)
No vamos a exagerar diciendo que Infinite Granite es un disco innovador o revolucionario porque no lo es. No inventa nada, y al fin y al cabo existen otros antecedentes de artistas que con un background en la música extrema han tirado hacia el pop ochentero o la electrónica (Ulver, Arcturus, Cold Cave…). Y es sorprendente, pero menos que si Interpol de golpe sacaran un disco de black metal. Lo que sí es Infinite Granite es un disco excelentemente facturado y muy bien secuenciado, en el que cada canción puede funcionar de forma autónoma, pero aporta algo al conjunto, fluyendo de maravilla. Naturalmente el elemento más llamativo es el cambio de registro en la voz de Clarke. Acostumbrados a escucharle gritar, choca encontrarle cantar melódicamente en un tono más grave, pero hay que decir que ha conseguido sonar con total naturalidad incluso en los momentos de mayor suavidad. Sólo en los finales de ‘Great Mass of Color’ y ‘Villains’, y en ‘Mombassa’ -en la que tras un inicio acústico toda la banda se lanza a lo bestia en un arrebato metal- intuimos al Clarke de antaño. Cuando un artista da un doble salto mortal, y encima cae de pie, merece ser aplaudido.
8- EVERY TIME I DIE
Radical
(Epitaph)
Titular a tu disco Radical podría resultar ridículo para muchas bandas, pero no para Every Time I Die. Si algo ha dejado claro la pandilla de Buffalo a lo largo de más de 20 años de carrera es que si lo que se trata es de dar cera e ir al límite no se andan con hostias. Si quieres caña te recomiendo ir directamente a trallazos como ‘A Colossal Wreck’, ‘All This And War’ (donde colabora Josh Scogin de ’68), ‘The Whip’ o la thrashera ‘Distress Rehersal’. Aquí encontrarás los riffs disonantes de Jordan Buckley y los ritmos dislocantes a cargo de su nuevo batería Clayton ‘Goose’ Holyoak (ex Fear Before the March of Flames y Norma Jean) que suenan como math metal hecho por alguien tan cafre que no sabe ni sumar. Al contrario que otras bandas de su escena, Every Time I Die nunca han buscado el camino fácil, ni han hecho concesiones. Quizá por eso nunca han llegado a triunfar como otros, pero también por eso siguen deleitándonos con piezas tan imprevisibles y especiales como ‘We Go Together’ que cierra un álbum que te dejará agotado, pero muy a gusto.
7- BIFFY CLYRO
The Myth Of The Happily Ever After
(Warner)
Si A Celebration Of Endings ya era una exhibición de su diversidad, aquí han ido incluso más lejos. Aunque eso provoca que al disco le falte algo de cohesión, a la que uno se va familiarizando con las canciones ese defecto acaba pareciendo menor ante todo lo bueno que ofrece. La atmosférica ‘DumDum’ servida sobre un lecho ambient, con la voz de Simon adquiriendo un tono divino advirtiéndonos que «así es como la cagamos desde el principio», y un crescendo post rock, es la perfecta entrada para un álbum en el que nunca sabes lo que te espera al otro lado de la esquina. Si no fuera porque no pueden evitar untar de melodías pop cualquier cosa que hagan, muy probablemente se hablaría de ellos como una banda de rock progresivo. Afortunadamente, Biffy esquivan caer en la autocomplacencia y nunca aburren. ¿Cómo hacerlo cuando de la pseudo electrónica ‘Separate Missions’ pasamos a una especie de himno a lo Sgt. Peppers en ‘Witch’s Cup’ donde suenan hasta trompetas? ¿O de las suaves texturas de ‘Existed’ a la disruptiva ‘Slurpy Slurpy Sleep Sleep’ con la que acaba explotando el disco?
6- MANCHESTER ORCHESTRA
The Million Masks Of God
(Loma Vista Recordings)
Para quien se acerque a ellos por primera vez, su sexto trabajo es una buena puerta de entrada, pues en él encontramos todas sus virtudes y registros, mientras que quienes ya los hubieran venido siguiendo, percibirá una versión más expansiva de su sonido en algunos temas. Una vez más queda constancia que pocos grupos son capaces de crear atmósferas y melodías tan bonitas como las de ‘Obstacle’ o ‘Way Back’, en las que te sientes como si estuvieras flotando en el espacio, o la final ‘The Internet’, que empieza y acaba como un susurro, pero que el guitarrista Robert McDowell se encarga de romper con un inesperado solo. En una época en los hábitos de consumo nos empujan a la inmediatez, es de agradecer que Manchester Orchestra sigan apostando por crear obras que merecen ser degustadas de principio a fin, como si no hubiera nada más importante en la vida que escuchar su música. Y es posible que, al menos durante un instante, sientas que no lo hay.
5- GOJIRA
Fortitude
(Roadrunner)
Si su anterior Magma (2016) había sido su álbum más accesible hasta la fecha, éste va todavía un poquito más lejos, afinando más en las melodías, con voces más limpias, e incluso ofreciendo dos medios tiempos: ‘The Chant’, que por su toque blues recuerda a Zeal & Ardor, con unos ‘uoo uooos’ a modo de mantra que seguro serán coreados en su próxima gira, y ‘The Trails’, con una atmósfera entre Deftones y Tool. No son los mejores temas del álbum, pero por un lado oxigenan el disco, y por otro resulta interesante escucharles en otros registros. Por lo demás, Gojira siguen siendo capaces de dejarnos boquiabiertos con su alternancia de riffs disonantes y machacones (‘Grind’), los malabares a la batería de Mario Duplantier (‘New Found’), y su capacidad para construir esas piezas gigantescas capaces de producir verdaderos seísmos (‘Into The Storm’). Pese a la mayor inmediatez de temas como ‘Hold On’ o ‘Amazonia’, un tributo nada camuflado a Sepultura, también hay ecos del pasado, como ‘Another World’, que parece salida de The Way Of All Flesh (2008), o en la guturalidad de ‘Sphinx’, donde parece que las guitarras te estén lanzando cuchillas, y hay suficientes detalles como para que en cada escucha descubras cosas nuevas. Habrá quienes echen de menos aquellos tiempos en los que cada canción era un reto absoluto, pero, pese a su evolución, en Fortitude la esencia de Gojira permanece intacta.
4- AMYL AND THE SNIFFERS
Comfort To Me
(Rought Trade/Popstock!)
La lógica podía hacer pensar que para Comfort To Me, el cuarteto iba a poner el freno a ese punk garage rock que tan bien ha sabido heredar con su ADN australiano, pero nada más lejos de la realidad. El gran mérito del álbum es que aunque suene más accesible, no da su brazo a torcer en ningún momento. Como prueba el single de presentación ‘Guided By Angels’, son una banda que ha aprendido a hacer mejores temas, estribillos más pegadizos (‘Security’), y que sabe moverse a la perfección tanto en canciones de pop guitarrero (‘No More Tears’ es fantástica) como en más oscurillas (‘Knifey’), al mismo tiempo que siguen siendo altamente resolutivos en trallazos de hardcore punk como ‘Don’t Need A Cunt (Like You To Love Me)’. Quien hasta ahora, y con cierta razón, los había acusado de ser una banda con más actitud que canciones, tendrá que ir buscando otra clase de argumentos. Si algo demuestran en Comfort To Me es que tienen múltiples recursos y que su encanto reside en algo más que simplemente una frontwoman carismática. En definitiva, se merecen todo el ruido que están generando.
3- CONVERGE
Bloodmoon: I
(Epitaph)
Bloodmoon: I tiene su génesis en el festival holandés Roadburn de 2016, en el que Converge participaron con una formación ampliada con Chelsea Wolfe, Ben Chisholm (colaborador habitual de la californiana) y el frontman de Cave In Stephen Brodsky. De esa experiencia, surgió la idea de realizar un álbum juntos, del que seis años después por fin podemos disfrutar. La constelación de mentes creativas implicadas ha entregado un álbum que se mueve por derroteros muy diferentes a lo que nos tiene acostumbrados Converge, resultando en una simbiosis perfecta entre los universos creativos de los artistas participantes. Se trata de un viaje por la melancolía y la belleza en una amalgama de estilos que se entremezclan y dan como resultado canciones más cercanas al post metal, el doom o el sludge. Tenemos temas en progresión continua como ‘Blood Moon’, ‘Coil’ o ‘Daimon’ en los que las voces de Chelsea Wolfe y Jacob Bannon es fundamental para entender ese aire casi litúrgico que tienen. Tenemos algún ramalazo zeppeliniano como el riff sincopado a lo ‘Kashmir’ de ‘Lord Of Liars’ o la bluesera ‘Scorpion’s Sting’, pero también encontrarás algún trallazo reconocible de los de Massachussets como en el inicio de ‘Viscera Of Men’ o ‘Tongues Playing Dead’. El tono épico, la belleza que emana y la combinación de los talentos de Converge y Chelsea Wolfe dan como resultado uno de los discos del año.
2- MASTODON
Hushed And Grim
(Warner)
Su octavo álbum es a la vez el más contenido y el más expansivo que han publicado hasta ahora. Inspirados por la muerte de su manager Nick John, fallecido en 2018, Mastodon nos ofrecen hora y media de música en la que transmiten un amplio espectro de emociones, desde la tristeza a la rabia, a la felicidad por haber podido compartir vivencias con un ser querido, ni que fueran menos de los deseados. Después de casi dos años en los que casi todo el mundo ha tenido que procesar alguna muerte cercana, Hushed And Grim adquiere una potencia extraordinaria. Pese a que en discos como Crack The Skye o The Hunter, la banda ya había abordado la pérdida de los hermanos del batería Brann Dailor y el guitarrista Brent Hinds, nunca antes sus canciones habían transmitido tanta emotividad, sobre todo en las interpretaciones vocales. Y ya sabemos que es imposible escuchar a Mastodon sin que los redobles de Dailor te dejen con la boca abierta, pero en esta ocasión merece la pena destacar los solos de guitarra de Hinds y Bill Kelliher, sobresalientes en ‘Skeleton Of Splendor’, ‘Savage Lands’ o la épica ‘Gigantium’ que al final de tan largo viaje te eleva hasta los cielos. A veces cuesta reconocer una obra maestra cuando la tienes delante, y aunque me resisto a calificar Hushed And Grim como tal, tengo claro que de aquí a 20 años nadie pondrá en duda que haya adquirido ese estatus.
1- TURNSTILE
Glow On
(Roadrunner)
A pesar de su fama conservadora e inmovilista, el hardcore siempre ha encontrado grupos que en momentos puntuales de su historia han ayudado a refrescar el género. Ahí están los ejemplos de Fugazi, Refused o At The Drive-In. Y aunque pueda sonar atrevido por la envergadura de los nombres, Turnstile llevan años reuniendo méritos para ser aceptados en tan selecto club. Hasta ahora sus influencias externas se manifestaban en forma de sutiles guiños o a través de interludios. Pero en esta ocasión Turnstile han sido capaces de llevarlas más lejos integrándolas con todas las de la ley en Glow On. Tomemos como punto de partida ‘Mystery’. A pocas bandas se les ocurriría arrancar un disco de este tipo con una introducción de teclados más propia del pop multicolor para que a los pocos segundos entre un sencillo riff de guitarra y Brendan Yates empiece a cantar en un tono marcadamente melódico. Su estructura adornada por un solo que parece sacado de un disco de thrash metal de los 80 es tan simple como adictiva. Primer minuto de partido y ya ganan por goleada. Con Glow On Turnstile demuestran que el hardcore también puede servir para algo más que descargar testosterona en el pit. Su música invita al pogo y al desenfreno, pero siempre con una sonrisa en la cara. Solo queda por ver si, como los grupos mencionados al principio de esta reseña, su genialidad acabará explotando a su favor o implosionando en su contra. Por el momento, disfrutemos de una banda destinada a derribar límites dentro y fuera de su propia terreno.
Escucha nuestra playlist con una selección de temas de estos discos: