Como ya hiciera en su anterior película, Beyond The Black Rainbow, el director Panos Cosmatos sitúa la acción en el año 1983, lo que ya nos permite hablar del ‘Cosmatoverse’, y experimenta con sensaciones audiovisuales en formato caleidoscópico que harán las delicias de los espectadores más afines a la psicodelia más pasada de rosca.
Mandy es una historia de venganza a todo color y a todo de todo que sitúa al hijo del director de Cobra y Rambo en el centro de todas las miradas de forma más que merecida, aunque no sé cuánto recorrido va a tener su cine de cara al futuro si continúa pintando igual todas sus historias el día que no pueda contar con un talento tan en bruto como el de Nicolas Cage, un astro sin el que la película solamente sería el delirio de grandeza de un director con talento y un tanto repetitivo. Estrella y peli se retroalimentan hasta implosionar en una visceral partida de Golden Axe bañada en ácido.
No sería justo alabar un título como Mandy sin mencionar la extraordinaria partitura del tristemente desaparecido Jóhann Jóhannsson o la fotografía de Benjamin Loeb, un nuevo talento con sólo tres largometrajes y una apuesta lumínica radical al servicio de inquietudes como la de Cosmatos. La película llega a nuestras pantallas con el premio al Mejor Director del último Festival de Sitges bajo el brazo. Habrá que ver cómo se comporta la taquilla ahora.
KIKO VEGA