Nadie en su sano juicio hubiera apostado hace un par de años que un cuarteto italiano con estética glam iba a ser la banda dominante dentro del rock. Pero ahí están Måneskin sumando billones de streams, llenando pabellones como el O2 de Londres o el Palau Sant Jordi de Barcelona, y pudiendo presumir que figuras como Iggy Pop o Tom Morello han accedido a grabar con ellos.
El fenómeno Måneskin -y en este caso lo de fenómeno está totalmente justificado- desafía toda lógica, pero así de loco e imprevisible es el mundo en el que vivimos. Pero ya se sabe que toda acción provoca una reacción, y al otro lado de la balanza de su gran éxito comercial, encontramos la desconfianza, cuando no rechazo, que genera en la parroquia rockera cualquier ascenso meteórico, y más si viene propulsado por la participación en espectáculos televisivos como X Factor o Eurovisión.
Pero mientras andamos distraídos en el envoltorio, parece que casi nadie los está juzgando por la que debería ser la parte más importante de la ecuación: su música. Y ahí es donde Rush!, su tercer álbum y primero grabado mayoritariamente en inglés para afianzar su presencia global, debería resolver la incógnita.
Asistidos por un ejército de compositores y productores de primera línea dentro del mundo del pop como Max Martin, Justin Tranter, Sly, Rami, o Mattman & Robin, los de Roma se han dado el gustazo de hacer el disco con el que seguramente siempre habían soñado, y probablemente el que también ansiaba su discográfica, lo cual no significa algo necesariamente bueno a nivel artístico. Para empezar porque incluir 17 canciones es a todas luces excesivo, pero ya se sabe que en la era del streaming más temas equivale a más escuchas, y más escuchas equivale a más pasta. Como consecuencia, uno tiene la sensación de estar escuchando una interminable playlist de singles más que una obra pensada como un conjunto.
Su repertorio se divide básicamente en dos categorías: canciones que desprenden la energía exuberante de una banda felicísima por estar instalada en la cima y con ganas de comerse el escenario como ‘Own My Mind’, ‘Gossip’, ‘Feel’, ‘Don’t Wanna Sleep’, ‘Mammamia’ o ‘Supermodel’; y temas lentos como ‘Timezone’, ‘If Not For You’ o ‘The Loneliest’, una balada que te puedes imaginar tanto cantada por My Chemical Romance como por Harry Styles.
El principal problema es que si individualmente todas tienen su gancho, una detrás de otra evidencian estar cortadas por el mismo patrón, con un riff, una base bailable y un estribillo repetitivo como elementos principales. Y cuando deciden salirse un poco del guion, patinan, como en esa copia de Idles que es ‘Kool Kids’ en la que Damiano David adopta un acento inglés totalmente ridículo.
Cabe destacar los buenos solos de Thomas Raggi, quien debe estar en una nube con la aparición de Morello en ‘Gossip’, pues se nota que es una de sus principales inspiraciones, y que la banda sabe a lo que juega, pero Rush! deja a la vista todas sus virtudes y limitaciones.
Si bien puede verse con buenos ojos que Måneskin pueda ser una vía entrada a las guitarras para una generación criada al umbral de la música urbana, no deja de ser una pena que los elegidos no haya sido una banda con algo más de sustancia.
JORDI MEYA