Vivimos tiempos extraños. Marduk, que comparten sello con Napalm Death, tocan tan tranquilamente con otros antifascistas como Misery Index en el Stonehenge Festival del pasado año o editan en una discográfica alemana como Century Media (dudo mucho que ninguno de sus capataces se jugara pasar un solo día en chirona por defender a unos blackers fachosos…), resulta que no pueden tocar en el Estado español. Para verlos hay que volver a Francia, como en el franquismo.
Las veces que se haya abordado este tema con Morgan en las entrevistas, incluso en esta casa con servidor, tampoco parecen valer. Que tras el Incineration del pasado mayo expulsaran de manera fulminante a Lindholm, un Rubiales de la vida, por hacer el saludo nazi totalmente borracho, una vez más (y siendo incapaz de tocar, striptease sobre las tablas inclusive), tampoco calma las aguas.
Pero lo verdaderamente importante aquí es que nada de esto afecta a Marduk, quienes continúan su senda imperturbables, demostrando ser una de las formaciones de black clásico con una discografía más sólida, prolífica y tenaz. Desde que sacaran Serpent Sermon en 2012, se acabó la experimentación, pues entendieron plenamente qué hace de los suecos algo grande. Vaya por delante que, un lustro después, Viktoria, quizá su trabajo más insípido dentro de la era actual, ha sido superado ampliamente por Memento Mori.
Una vez empiece a girar el disco, no revises la conexión de tus altavoces. Está bien, no te preocupes. Esto cruje, lacera y chirría deliberadamente, con un Devo Andersson que se lo debió pasar pipa repitiendo por séptima vez a los mandos en una nueva obra suya. Todos vamos a morir, lo reza el título del álbum, y como recordatorio los escandinavos tienen prisa, no tienen tiempo que perder, por lo que el tema homónimo y ‘Heart Of The Funeral’ te pasarán por encima en un santiamén.
En su réplica, ‘Blood Of The Funeral’, las cosas empiezan a ponerse realmente serias. Se alzan los vientos y los ritmos se tornan vertiginosos. Ese riff, histriónico, multiplica la sensación de velocidad endiablada. Mortuus, para mí un monstruo que ha hecho olvidar a Legion, se deja la garganta entre efectos apocalípticos. Menudo temazo. Siguiendo con el cantante, parece que por fin le han dejado meter mano en la composición, porque ‘Shovel Beats Sceptre’, otro temarral de cuidado, suena a Funeral Mist por los cuatro costados.
La furia antirreligiosa de ‘Charlatan’ podría separar las aguas del Mar Rojo, y ‘Coffin Carol’ prosigue el castigo con ese bajo tan presente. Otro corte impecable, éste, que asesina y remata con un guiño muy de los 90. La batalla está servida y ‘Marching Bones’, que degenera en una punkarrada brutal, no deja títere con cabeza. Sí, esto ya es un discazo.
No hay compasión en la fantástica ‘Year Of The Maggot’. Lo que Simon Schilling se saca de la chistera a la batería es como para mandarlo al psiquiatra, y a la postre, uno de los riffotes más criminales que Marduk hayan creado jamás literalmente te empala. Te ahogas en ‘Red Tree Of Blood’, en algún momento hay que respirar, y parece que para eso esté ‘As We Are’, un final ceremonioso, aunque sin incienso, porque el aire está viciado y hiede a putrefacción.
Memento Mori es variado, feroz, mortuorio, traicionero e inspirado. Sus canciones empalmadas harán que vuelva a recorrer los kilómetros que haga falta para disfrutar de su inclemente descarga en vivo. Control total situado a escasas décimas de la excelencia absoluta.
PAU NAVARRA
