Se le podrá acusar de muchas cosas, pero nadie puede negar que Mark Lanegan es un culo inquieto. Ya sea con su carrera en solitario o en cualquiera de los innumerables proyectos en los que no duda en involucrarse, el pelirrojo de Seattle nunca ha menguado su actividad.
Tan sólo siete meses después de colocar en las estanterías Somebody’s Knocking, ahora lanza Straight Songs Of Sorrow, un álbum con nuevas canciones surgidas a raíz de escribir su también reciente autobiografía Sing Backwards And Weep. Unas memorias en las que, entre otras cosas, aprovecha para arrear varios palos a sus ex-compañeros en Screaming Trees o a Liam Gallagher de Oasis, con los que ya ha tenido algún encontronazo a través de las redes sociales.
De todos modos, este trabajo sirve de perfecto complemento al libro, ya que aquí observamos las dos vertientes estilísticas por las que se ha desarrollado su discografía: la tradicional y cercana al cantautor de folk-blues de sus inicios y las más actual de los últimos años con esos coqueteos con la electrónica. Y aunque algunos preferirán una etapa u otra, si algo ha caracterizado a Lanegan es una habilidad casi camaleónica para adaptarse a cualquier terreno.
Cuando se hace acompañar por una acústica (‘Apple From A Tree’, ‘Stockholm City Blues’, ‘Hanging On (For Drc)’), su personal timbre vocal brilla sin esfuerzo, mientras que en ‘I Wouldn’t Want To Say’, ‘Bleed All Over’ (aquí se nota y mucho la mano de su amigo Greg Dulli), ‘ Internal Hourglass Discussion’ y ‘Skeleton Key’ certifica su versatilidad. Pero es el tono confesional de ‘Churchbells, Ghosts’ o ‘Daylight In The Nocturnal House’ el que acaba dando ese extra a una obra en la que también colaboran nombres ilustres como John Paul Jones de Led Zeppelin, Warren Ellis de Nick Cave And The Bad Seeds (su violín sobrevuela en la notable ‘At Zero Below’), o su actual pareja, Shelley Brian, en el dueto ‘This Game Of Love’.
Sea de un modo u otro, parece que a Lanegan le queda cuerda para rato.
GONZALO PUEBLA