Caye Casas y Albert Pintó son dos veteranos del audiovisual que han sabido aplicar sus ganas y buen hacer rodeándose de un equipo de primera y un reparto espectacular, para regalarnos una de las óperas primas más refrescantes de nuestro cine en estos últimos años.
Con un pie en los estudios Ealing y otro en el siempre agradecido horror de cabaña, los directores y su muy entregado elenco funcionan con total precisión en una película con una ambientación tan extraordinaria que prácticamente roba la función.
Matar A Dios es un gozoso y extraño híbrido de terror costumbrista y humor negrísimo, muy nuestro, pero también muy ajeno (atención a la extraordinaria fotografía de Miquel Prohens, cada vez más solicitado para el género), dado el aroma que respiran sus imágenes.
Cuatro miembros de una familia que no pasa por su mejor momento deciden pasar la Nochevieja en un caserón aislado, pero la llegada de un personaje bastante especial pondrá a prueba la fe en ellos mismos y también a la humanidad. Aires de relato de los de antes, apenas cinco personajes y una única localización que servirá de montaña rusa personal en un viaje amenizado por unas cuantas risas locas y un desenlace pasado de madre que llega donde nunca pensamos que podría llegar. No son muchas las oportunidades de ver una primera película nacional tan estupenda: dadle una oportunidad a ésta.
KIKO VEGA