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METALLICA – ’72 Seasons’

Muchos riffs y pocas nueces.

Cuando echas cuentas y ves que han pasado más de siete años entre el anterior Hardwired… To Self-Destruct y este 72 Seasons, es inevitable pensar que, si siguen a este ritmo lento de producción, quizá este sea uno de los últimos dos o tres discos que escuchemos de Metallica. Si a nosotros pensarlo nos da vértigo, es fácil imaginar que a James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo todavía más. Lo cual explicaría que 72 Seasons tenga un cierto aire a epílogo tanto en lo musical como en sus letras.

Como han explicado, el título de su decimosegundo álbum hace referencia a las primeras 72 estaciones que vive cualquiera hasta cumplir la mayoría de edad. Años decisivos en la formación de una persona que, en el caso de Hetfield, bien sabemos lo complicados que fueron y las repercusiones negativas que han tenido en su vida adulta. Teniendo en cuenta su último paso por rehabilitación, su divorcio, la pandemia, y la tendencia natural a revisar el pasado a medida que cumples años, no debería extrañarnos que escuchar esta docena de nuevas canciones sea casi como asistir a una terapia con Papa Het en la que dialoga con su lado más oscuro.

La lástima, como oyente, es que su estilo sigue tendiendo más a la metáfora que a la descripción de unas experiencias concretas, y, al final, el impacto emocional que podrían tener sus letras se pierde. Algo a lo que tampoco ayuda la música…

Me imagino que como les debe pasar a algunos psicólogos cuando llevan visitando al mismo paciente durante muchos años, llega un momento en el que a base de escuchar los mismos traumas, acaban desconectando y mirando el reloj de reojo para ver cuánto falta para que acabe la sesión. Y, desgraciadamente, temo que eso es lo que le ocurrirá a mucha gente cuando se enfrente a 72 Seasons.

Si cuando en noviembre lanzaron ‘Lux Æterna’, un tema de lo más vigoroso y directo, aunque totalmente deudor de sus adorados Diamond Head, nos las prometíamos muy felices, casi todo el resto del álbum cae en el principal defecto que vienen mostrando desde el vilipendiado St. Anger: su tozudez por hacer temas largos.

Siguiendo esa línea revisionista, a nivel estilístico encontramos a la banda repasando sus orígenes más thrash (‘Screaming Suicide’, ‘Room Of Mirrors’, ‘Too Far Gone’), el rollo más groovie del Black Album (‘Sleepwalk My Life Away’) y hasta ecos de Load (‘Crown Of Barbed Wire’). También destaca el toque más 70’s que tienen ‘You Must Burn!’, con una estructura parecida a ‘Sad But True’, con una parte más doomera y un solo con wha-wha, o la final ‘Inamorata’, con algunos solos de guitarra bastante chulos, pero con un estribillo melódico excesivamente plano y, en ambos casos, un minutaje para nada justificado.

Se hace muy difícil pensar que nadie ahí dentro se dé cuenta de que recortándolas a la mitad, estas canciones ganarían una barbaridad. Las buenas ideas están ahí, la voz de Hetfield, algo más aguda de lo habitual, suena guay; el sonido que les saca Greg Fidelman tiene punch, pero cuando se empeñan en hacer ruedas de 4 vueltas en 4 sin que suceda nada interesante, acaban fatigando el oído, y terminas con la sensación de que, cojonudo, siguen siendo Metallica, pero muchos riffs y pocas nueces. Dadme una tijera y les saco un discazo.

JORDI MEYA