No creo que sea el único cuya admiración por los espectáculos que Muse son capaces de ofrecer en directo sea proporcional al desinterés creciente por sus discos de estudio. Ni The Resistance, ni The 2nd Law, ni el flojísimo Drones se acercaban al nivel de sus primeros discos y, como me temía, teniendo en cuenta los primeros avances, Simulation Theory tampoco lo consigue.
Da la sensación que el trío británico se conforma ya con competir en el mainstream con Imagine Dragons o Coldplay más que en aspirar a convertirse en los Queen del siglo XXI. Como embrujado por los 80, su octavo disco viene marcado por unos sintetizadores muy John Carpenter (‘Algorithm’) y guiños a Prince (‘Propaganda’) o George Michael (‘Dig Down’).
Aunque Matt Bellamy siempre ha sido el capitán de la nave, es una pena que se haya olvidado de que Muse son una banda. Una de sus mayores virtudes era la interacción entre los músicos, pero desde hace ya demasiado tiempo ese factor ha desaparecido de la ecuación.
Y no es que tenga un problema con que cada vez sean menos rock -de hecho, dos de los mejores temas ‘Get Up And Fight’ o ‘Something Human’ son de lo más pop- o con que las guitarras sigan perdiendo peso, sino que cada vez cuesta más encontrar ‘algo humano’ sepultado bajo tanta producción de videojuego.
Como esas películas llenas de efectos digitales, pero con un guión flojo, Simulation Theory no consigue un impacto duradero más allá del primer visionado.
MARC LÓPEZ