Pocas cosas en la vida deben ser tan descarnadas como dar a luz. Tener que superar el umbral del dolor para dar vida a un nuevo ser contrasta con la inabarcable felicidad que se siente al tenerlo en brazos y el despertar de un amor incondicional. Una experiencia disruptiva, como pocas cosas, que va a condicionar tu existencia de ese momento en adelante.
Es en este punto de inflexión emocional y vital donde hay que enmarcar el trabajo del proyecto individual musical de Amalie Bruun, Myrkur. La ambivalencia de un momento tan importante canalizado por una música que se asoma a la oscuridad con una luminosidad cegadora. De la negrura de lo imprevisible del mundo que nos rodea, la insoportable inseguridad de la crianza, y las renuncias personales hechas; a la luz que debes encontrar y mostrar a tu descendiente, y la convicción de que vale la pena -lo vale- a pesar que el contexto no ayude.
Después de plasmar sus inquietudes más folk en Folkesange (2020) y llevar a cabo la banda sonora de Ragnarok, una producción del Teatro Real de Dinamarca, el nuevo trabajo de Bruun no es una vuelta a sus raíces más black metaleras tradicionales, ni tampoco totalmente folk: es una mezcla de todo ello.
La ceremonial ‘Bålfærd’, que pegaría como sintonía de Juego De Tronos, transita hacia la oscuridad etérea de ‘Like Humans’ con un estribillo bastante pop a lo Cranberries. Es una primera señal de que estamos ante un trabajo más accesible de lo habitual, en el que el coqueteo dance de ‘Mothlike’ contrasta con el dramatismo épico de raíz folk de ‘My Blood Is Gold’.
El núcleo más metalero lo componen la sinfónica ‘Valkyriernes Sang’, con explosiones veloces de black, y ‘Blazing Sky’, pero lo que domina es un sonido vaporoso, con su delicada voz arropada por cuerdas y pianos, que evoca bosques y acantilados habitados por seres sobrenaturales. Equilibrado y bien trabado, Spine sintetiza los diferentes palos que ha tocado Myrkur a lo largo de su trayectoria y que la maternidad ha ayudado a catalizar.
En un mundo en guerra, que mira a otro lado ante el genocidio, el cambio climático, los pérfidos avances tecnológicos o el terror de una pandemia que no supimos ver venir, que la danesa se despida con la nana final ‘Menneskebarn’ nos aporta un halo de esperanza.
JOAN CALDERON