Es imposible que Dawn Of The Damned decepcione a algún fan de Necrophobic. El noveno álbum de estos gélidos hijos de Estocolmo contiene absolutamente todos los ingredientes que les hemos ensalzado a lo largo de sus más de tres décadas de carrera… junto a un nivel de inspiración que ya no sorprende, pero que sí debe seguir aplaudiéndose.
En resumidas cuentas, su nueva obra es veloz como el relámpago que cruza los fiordos en plena tormenta, fría y punzante como los témpanos que se forman en tu ventana durante la helada noche invernal, melódica desde el prisma correcto y, por supuesto, está dotada de esa obligada imaginería diabólica que les define.
Pero como decíamos, todo ello es entregado junto a un plus de buenas ideas, y es que dos años después del más que recomendable Mark Of The Necrogram, el prolífico quinteto sigue explotando el filón compositivo que representó el retorno de los guitarristas Sebastian Ramstedt y Johan Bergebäck. Y si no, nada como la lección ‘The Return Of A Long Lost Soul’ o la algo Bathory ‘Tartarian Winds’ para comprobarlo.
Grabado junto a Fredrik Folkare de Unleashed y Firespawn, el sonido de Dawn Of The Damned confirma el idilio al ser capaz de trasladarte a mediados de los 90 con esa escarcha tan identificable y para nada sobreproducida.
La felizmente tópica ‘Darkness Be My Guide’, ‘Mirror Black’, la intachable ‘The Infernal Depths Of Eternity’, ‘As The Fire Burns’ o el tema título son totalmente Necrophobic, resulta un ejercicio inútil buscarle los tres pies al gato a canciones tan suyas, aunque conviene echar el alto ante la old school ‘Devil’s Spawn Attack’, un cierre de disco que sube las revoluciones y de qué manera gracias, en parte, a una destacable colaboración de Schmier de Destruction.
Una fina portada de Necrolord para rematar el pack, cinturón de balas bien ajustado, y ya lo tienes hecho. Ahora mismo, infalibles.
PAU NAVARRA
