Este nuevo disco de Nightwish ofrece ‘algo más’. Sí, tiene el ADN Nightwish al completo, pero al mismo tiempo, es mucho más complejo y progresivo.
Ya desde el principio contiene introducciones que recuerdan a la música clásica con secciones de cuerda, pero también una advertencia de que lo que escucharás aquí no es fácil de digerir. Hay muchísimas melodías vocales impresionantes, coqueteando con cada posición en la escala con la voz de Floor Jansen que sube y baja, y te lleva a lugares a los que no ha ido antes en todo el universo Nightwish. Hay armonías vocales que a veces recuerdan vagamente a la utopía armónica de un dúo como Simon & Garfunkel. Hay momentos de riffs monumentalmente pesados que nos llevan a discos como Once, y momentos en los que el lado más folk de la banda se hace cargo.
En algunas canciones hay indicios sutiles de melodías del Medio Oriente, y canciones como ‘Noise’ y ‘Harvest’ (en la que Troy Donockley ejerce de vocalista) son probablemente las más pegadizas del álbum, dejando las demás para una profunda reflexión. Hasta hay trazos de doom sinfónico en ‘Endlessness’ donde Marko Hietala presta su voz, o canciones tan duras como ‘Pan’ en las que nos recuerdan que las raíces de esta banda siempre han estado en el metal finlandés. Con la segunda parte del álbum, instrumental y clásica, te das cuenta que Tuomas Holopainen no es más que un impresionista moderno.
Escuchar este disco de golpe es como salir de ver una película extraordinaria en el cine, pero que no terminas de entender del todo, que necesitas ver más veces para buscar explicaciones. En una sentada el cerebro humano no puede procesar todo esto. No me esperaba nada de ellos y acaban de parir un señor disco.
JORGE FRETES