Con viejos lobos como Ozzy nunca se sabe, pero poco riesgo a perder tenemos si afirmamos que estamos delante del que será el último álbum de Ozzy Osbourne, y es de admirar que en vez de haber seguido la pauta de sus últimos trabajos, los ya lejanos Black Rain y Scream, que eran simples ejercicios de estilo con muy poco a destacar, el mítico vocalista haya querido despedirse con un disco sincero y que, con el tiempo lo acabaremos de corroborar, es su mejor trabajo en décadas.
En cierta manera, y salvando las distancias, Ordinary Man se empareja con 13, el álbum de despedida de Black Sabbath. Dos testamentos que miran con nostalgia unas carreras sin igual, pero con la dignidad de seguir todavía en pie y haciendo honor a su propia leyenda.
Ordinary Man podría no haber existido, pero gracias a la colaboración de Ozzy en el último álbum de Post Malone, el productor de éste, Andrew Watt, vio claro que todavía le quedaba magia y que había que aprovecharla. ¡Quién nos iba a decir que Post Malone iba a ser el catalizador de esta despedida en forma de álbum!
La única petición de Ozzy para aceptar fue que todo el proceso tenía que ser rápido, que no estaba ya para pasarse meses en un estudio repitiendo tomas. Por lo tanto, Watt tiró de dos pesos pesados como Chad Smith y Duff McKagan y le dejaron el disco preparado para que el Madman pusiera su particular voz que, dicho sea de paso, suena a gloria.
Y eso es lo que juega a favor de Ordinary Man: la frescura. Watt ha sabido ir a la esencia de la leyenda y ha creado un álbum que discurre todo el rato entre unos cuantos medio tiempos en los que el vocalista se mueve como pez en el agua. ‘Under The Graveyard’, ‘Holy For Tonight’ o ese emocionante ‘Ordinary Man’ junto a Elton John… temas que nos recuerdan a Sabbath caso de ‘Goodbye’ o ‘Eat Me’ –esa harmónica inicial nos devuelve a ‘The Wizard’ 50 años atrás- o simples rockers como ‘Scary Little Green Men’ o ‘It’s A Raid’, donde Post Malone le devuelve el favor colaborando.
Un trabajo que evidencia la versatilidad que siempre ha querido mostrar Ozzy fuera de Black Sabbath, donde todas las canciones se mueven entre el bien y el sobresaliente y, en definitiva, un álbum que contra todo pronóstico acabará la carrera de Ozzy Osbourne tal como ésta se merece.
RICHARD ROYUELA