Amantes de cualquier estilo al que le puedas poner el prefijo ‘post’, los almerienses palmeras negras nos presentan un debut en el que la sensibilidad y el atrevimiento son los únicos nexos de unión entre unas canciones que escapan de la uniformidad que se presupone necesaria para llegar a un público determinado. 

Dándonos la bienvenida con la reposada ‘empezar (de nuevo)’, slowcore bajo las estrellas adornado con unos vientos y cuerdas que hacen inevitable pensar en American Football, el ahora quinteto aumenta progresivamente la intensidad en los siguientes cinco cortes. Pero como en la metáfora de la rana y el agua hirviendo, lo hacen de una manera tan sutil que casi ni te das cuenta, como si quisieran que el oído se fuese amoldando poco a poco a la tormenta que le espera un poco más adelante.

Así, en ‘ya no cabe el silencio’ ya aparece algo de distorsión y en ‘nunca fue importante’ toman por primera vez un fiff como base del tema, aunque la voz de Jesús Barrau siga susurrándote, hasta que llegados a un punto, como si se hubiese colado un glitch, las guitarras adquieren grosor y nos deparan un final de alto voltaje. La producción del propio Barrau, imaginativa a la hora de combinar la calidez y naturalidad de los instrumentos con algunos efectos, es otro de los puntos fuertes del disco.

Cruzamos el ecuador con la post rockera ‘la isla de las flores’ que sirve de banda sonora a una locución extraída del cortometraje de mismo nombre del brasileño Jorge Furtado, y para el final salen a la superficie sus influencias más metal, acercándose al doom y con voces guturales en ‘si recordara’ y alternando furia con pasajes de un shoegaze más melódico en ‘me esfuerzo en olvidar’.

Aunque publicaron su primera referencia, el EP ya no queda nada donde lo dejé, de la mano del sello Desorden Sonoro en 2022, en algún lugar debía estar escrito que palmeras negras acabarían en Aloud Music. La afinidad estética y sonora con el sello barcelonés es tal que escuchando su primer álbum te sentirás como si estuvieses dando una vuelta por el AMFest sin salir de casa.

MARC LÓPEZ