De todas las bandas surgidas de la era del nu metal, Papa Roach dan la sensación de ser los más currantes y dispuestos a adaptarse al siempre cambiante mundo de la música.
Sea por inquietud artística o por necesidad comercial, la banda californiana no ha tenido reparos en ir incorporando a su rap metal nuevas influencias, desde la electrónica al pop, para intentar conectar con las nuevas generaciones. Tampoco le han hecho ascos a trabajar a fondo sus redes sociales, juntarse con un TikToker como Jeris Johnson, o ir sacando múltiples singles entre disco y disco para que el algoritmo no se olvide de ellos. Pero a su favor hay que decir que siempre han respaldado todas estas estrategias entregándose al máximo cada vez que se subían a un escenario. A fin de cuentas, por mucho equipo de marketing que tengan detrás, saben que, para una banda de rock, la mejor manera para sobrevivir es tener un directo potente. Y ellos lo tienen.
Desde esa perspectiva que Ego Trip, su decimoprimer disco, sea mejor o peor es casi irrelevante. Simplemente es un vehículo para que la banda pueda seguir girando, y si tienen la suerte de que suene la flauta y alguno de sus temas se convierta en un hit, pues bienvenido sea. Desde luego, aquí hay varios candidatos. La inmediatez de ‘Kill The Noise’, ‘Unglued’ o ‘Dying To Believe’ con estribillos melódicos gigantescos y adornados con una producción radiofónica cumplen todos los requisitos. Al igual que ‘No Apologies’ en el que vuelven a inspirarse en el rock noventero para ofrecernos un corte que se te queda grabado a la primera.
En ‘Stand Up’, ‘Bloodline’, ‘Liar’ o ‘Swerve’, la banda nos recuerda su amor por el hip hop, con Jacoby Shadixx rapeando a gusto, y experimentando con otro tipo de frecuencias en las que las guitarras pasan a ser una textura más. Tampoco falta una balada, ‘Leave A Light On’, con acústica y arreglos de cuerda, para mostrarnos su lado más sensible.
Sin ser un disco brillante, ni mucho menos, Ego Trip ofrece suficientes argumentos como para pensar que a Papa Roach todavía le quedan unos cuantos cartuchos en la recámara. Entre adaptarse o morir, está claro que ellos han tirado por la primera opción.
MARTA PUIG