Que el tercer largo de Pears sea un homónimo no es casualidad. La banda capitaneada por el energético y versátil Zach Quinn debe estar muy orgullosa de sus 14 nuevas canciones, despachadas en apenas media hora. Y tienen motivos para estarlo, vaya si los tienen. El presente Pears es un disco de punk rock superlativo, un disco sin complejos y muchos aciertos que va mucho más allá del sota, caballo y rey del género.
Han pasado cuatro largos años desde su anterior largo, el recomendable Green Star, en el que la banda empezó a soltarse, y durante todo este tiempo no sólo han publicado un compartido con sus compañeros de sello Direct Hit y girado por medio planeta sino que también han puesto en marcha otros proyectos en solitario -pienso en esos temas en acústico de Quinn- y paralelos como los eclécticos Bandaid Brigade.
Todo este bagaje se cuela de manera natural en el nuevo largo del cuarteto de New Orleans, un disco con muchos estribillos pegadizos que curiosamente fue grabado a la carrera en un estudio de Denver con la ayuda de Chris Fogal (The Gamits). Ya en su anterior trabajo introducían numerosos giros repentinos y guiños a otros estilos y artistas. Aquí se multiplican estas benditas locuras con valientes incursiones en el heavy metal (‘Pepaw’), el progresivo (‘Worm’) y el indie rock (la estrofa de ‘Traveling time’ colaría en el repertorio de The Pixies) sin alejarse demasiado de su punk rock. Los más exigentes alucinarán con su pericia, digna de los míticos ALL (‘Zero Wheels’, ‘Dial Up’ y ‘Nervous’) y Rich Kids On LSD (¿’Rich To Rags’ es su particular homenaje?).
Han explicado en alguna entrevista que llegaron al estudio sin tener todos los temas cerrados y que disponían de muy pocos días. A la vista del resultado, uno de los discos de punk rock y hardcore que más me han sorprendido en muchos años, me atrevería a decir que son unos genios y que trabajar bajo presión les sienta fenomenal.
LUIS BENAVIDES