Que Perry Farrell es un personaje con grandes ideas está fuera de toda duda. Ya lo dejó claro en los 80 como líder de Jane’s Addiction o en los 90 fundando la que todavía sigue una marca festivalera tan potente como Lollapallooza. Pero al mismo tiempo, da la sensación que todo su talento no se ha acabado de plasmar en una discografía a la altura de su desbordante imaginación, ni siquiera cuantitativamente.

Kind Heaven, su segundo disco en solitario, llega 18 después de aquel irregular Song Yet To Be Sung, un largo periodo en el que tampoco ha convencido del todo con otras referencias como el debut del proyecto Satellite Party en 2007 o StraysThe Great Escape Artist de Jane’s en 2003 y 2011 respectivamente. Y aunque está muy bien que de vez en cuando resucite a la mítica banda para darnos una dosis de nostalgia, es un poco triste que su faceta como músico haya quedado eclipsada por su figura entre gurú contracultural y entrepeneur liberal. De hecho, Kind Heaven, el disco, parece ser un mero artilugio para vender una instalación del mismo nombre que pronto abrirá en Las Vegas. Y en parte, sus nueve canciones casi suenan más como música para ambientar distintas atracciones que una obra que empiece y acabe en sí misma.

Desde luego estamos ante un disco de lo más variado musicalmente, donde el único punto en común es su peculiar voz, aquí acompañada en varias ocasiones por su esposa Etty. Pasamos de una suerte de rock’n’roll en ‘(red, white and blue) Cheerfulness’, a un riff un poco RATM de ‘Pirate Punk Politician’, a una balada exótica como ‘More Than I Could Bear’ al electropop de ‘Spend The Body’ a la psicodelia orquestal de ‘Snakes Have Many Hits’ o a una especie de himno hippie llamado ‘Let’s All Pray For The World’. La presencia de músicos célebres como Tommy Lee, Taylor Hawkins de Foo Fighters, Dhani Harrison (el hijo de George) o el co-productor Tony Visconti sólo se advierte al leer los créditos, pero ninguno de ellos deja su huella.

El disco se deja escuchar y hay destellos de su creatividad (es de valorar que a sus 60 años todavía tenga una mente inquieta), pero, a pesar de la variedad de buenos ingredientes, como conjunto no acaba de cuajar.

JORDI MEYA