Doggerel es el cuarto trabajo que Pixies publican desde su retorno en 2014, es decir que, a lo tonto, ya han igualado la misma cifra de álbumes que lanzaron en su gloriosa primera etapa entre 1988 y 1991.
Es evidente que no hay color entre los cuatro primeros y los cuatro últimos, tanto por su contenido como por la influencia que tendrán, pero aun así sería injusto no reconocer que la banda ha sido capaz de ofrecer discos dignos de llevar su nombre. Black Francis y compañía podrían dedicarse tranquilamente a vivir de rentas tocando los temas de siempre en festivales hasta su jubilación (ofertas no les faltarían), pero, en lugar de eso, prefieren seguir creando, aun sabiendo que lo más probable es que nadie se acuerde de sus nuevos discos de aquí a unos años.
No hay tarea menos gratificante, y más imposible, para una banda con su trayectoria que competir con el vínculo emocional que tus fans tienen con las canciones con las que te descubrieron, pero si hiciéramos el ejercicio, también imposible, de borrar de nuestra mente todo lo que sabemos de Pixies y escuchar Doggerel como si fuera el debut de un grupo novel, quizá nos sería más fácil apreciarlo por lo que realmente es.
Y lo que tenemos es una colección de canciones que no podrían haber creado otros cuatros músicos, con una rara habilidad para trazar melodías que te arrastran hasta una especie de parque de atracciones abandonado en el que te meas en los pantalones sin saber si es de risa o de miedo.
Una de sus cualidades siempre ha sido su capacidad para generar un ambiente inquietante por muy pop que sean sus composiciones, y en Doggerel la mantienen intacta mediante la elección y la cadencia de los acordes, esos solos de guitarra Joey Santiago que parecen tocados por un espectro, las interpretaciones vocales de Black Francis -entre el susurro y el grito-, y los coros infantiles de Paz Lenchantin.
Pese a estar familiarizados con sus trucos como la alternancia de guitarras acústicas y eléctricas (‘Thunder And Lighting), cambios de tempo a mitad del partido (‘Nomatterday’), bucles melódicos de los que no querrías salir (‘You’re Such A Sadduccee’), o los guiños a Neil Young (‘Pagan Man’), lo cierto es que siguen funcionando.
MARC LÓPEZ