Power Burkas continúan con su afilado sentido de la ironía funcionando a pleno rendimiento. ¿La estética emo que vemos en la portada es el reflejo de sus yo adolescente o como buenos punks de la Plana de Vic se ríen de todo aquello?
Pero sería un grandioso error tomarse a Power Burkas como una broma simpática y no ahondar en un discurso musical que, en este tercer álbum, ya deja atrás el que se les pueda catalogar solamente como una banda de garage o de punk. De hecho, puede que en su espíritu de hacer lo que les venga en gana hay mucho de punk, pero en su música cada vez menos. En Naïf, Potser, los catalanes se convierten en una banda inclasificable en la que intentar jugar a las etiquetas musicales es casi tarea imposible.
Saltan de un sitio a otro sin ningún problema: según la parte que oigas de ‘Vull Cotitzar’ pueden parecer una banda de neo folk o una de indie rock, en ‘Autorrentat’ podrían ser unos Talking Heads a punto de pegarse la fiesta de su vida, acompañados por una sección de vientos, e intentar definir algo como el último tema del álbum, ‘Lalabuya’ con sus aire orientales, es realmente complicado.
El común denominador del álbum es que cada uno de sus temas está tratado con mimo, que han mejorado en el aspecto melódico (‘100 Anys De Ciment’ podría definirse como un hit single, y que esas letras repletas de costumbrismo local son fantásticas. Vamos, que no es de extrañar que alguien como Quimi Portet (El Último De La Fila) les haya escrito su hoja de prensa.
En algunos momentos te puedes preguntar de dónde narices salen cuatro tipos así, pero, cuando ya estamos de casi vuelta de todo, que una banda sea capaz de sorprenderte con sus constante giros -y no morir en el intento- dice mucho de lo bien que Power Burkas saben moverse en su supuesta locura.
RICHARD ROYUELA