Suele ser un fenómeno bastante recurrente entre las bandas establecidas, ése de intentar disimular la falta de inspiración con coros que valen un pastizal y orquestaciones desmedidas. ¡Y no lo digo por At The Gates, cabrones!
Casi que me imagino la conversación en el local de ensayo de Powerwolf mientras tramaban este nuevo asalto… El guitarra Matthew Greywolf quizá comentó: ‘Gente, no os voy a engañar: lo que me está saliendo no lo peta precisamente’. A lo que Attila Dorn o el teclista Falk Maria Schlegel podrían haber contestado: ‘Tranquilo, tío. Vamos a tirar la casa por la ventana con la fanfarria, soltaremos en las entrevistas los topicazos manidos de que lo hemos dado todo y que éste es nuestro álbum más elaborado, y hala, tira millas. Total, ya estamos en esa fase en la que nos lo aplauden todo’.
Y así llegamos a Call Of The Wild, disco publicado tres años después de The Sacrament Of Sin, dos de su álbum de versiones Metallum Nostrum, y sólo uno de The Symphony Of Sin, la versión orquestal del antes citado. Eso por no hablar de una compilación como Best Of The Blessed y otros muchos singles y rarezas, claro… Así, con la maquinaria de merch a todo gas, las acciones de los germanos no han parado de cotizar al alza gracias a una estrategia comercial que ni la mente maligna de Jeff Bezos podría igualar.
Pero si nos centramos en lo único realmente importante, que no es otra cosa que la música, lo que nos traemos entre manos es un álbum que seguramente flipará a los que se acaben de sumar a la enorme legión de fans del quinteto, esos captados con los dos o tres últimos trabajos, pero que, por el contrario, aportará escaso premio a los que lleven escuchando al grupo desde el principio.
‘Faster Than The Flame’ la hemos escuchado ya una docena de veces, pero con otro nombre. Un poco de latín por allí, parón épico, todo muy catchy, pero reiteración y nada más que eso. ‘Dancing With The Dead’ viene telegrafiada, en todo momento sabes qué va a ocurrir, y ‘Varcolac’ mola, pero con la mano en el corazón: en todo este tiempo, ¿cuántas veces nos hemos topado con este tipo de corte de pulsión testosterónica? Demasiadas, ya os lo digo yo.
O Powerwolf son excesivamente inmovilistas o finalmente, tras unos lustros, servidor los ha aburrido absolutamente. Y es que, sin ser un álbum clónico al 100%, que sólo la pedazo de power ballad ‘Alive Or Undead’ haya logrado mi aprobación total, así como ‘Glaubenskraft’ y ‘Undress To Confess’, me parece un bagaje exiguo.
Por si fuera poco, ya con The Sacrament Of Sin tuve la sensación de que habían estado olisqueando con demasiada efusividad el tipo de creaciones que Sabaton nos presentan, y en canciones como ‘Beast Of Gévaudan’, ‘Sermon Of Swords’ o la infecta ‘Blood For Blood (Faoladh)’, su ‘Blood Of Bannockburn’ particular, he percibido lo mismo.
Encima, que los temas casi nunca se acerquen a los 4 minutos y medio de duración, amén de unas estructuras extremadamente básicas, casi sacadas de los algoritmos pop, me hacen saltar todas las alarmas, como si esta obra estuviera totalmente sujeta a la lógica capitalista de los streamings, creada a imagen y semejanza de los niños rata. Ya sabéis, para que no se nos aburran rápido, para que obtengan el beneficio del estribillo de manera instantánea. ¿Nula capacidad de atención? Pues álbumes de hojalata.
Más de 25 revistas de toda Europa le han dado su portada a Powerwolf gracias a este disco, y eso sólo explica lo mal que andamos de propuestas interesantes en el metal mainstream. Siempre tuve fe en que al final surgiría un relevo para todas esas bandas míticas de estadio… lo que nunca imaginé es que yo no estaría ahí para aplaudirlas.
PAU NAVARRA