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RANCID – ‘Tomorrow Never Comes’

Un bloque sólido y con pocas fisuras.

“Si puedes contarlo en dos minutos en lugar de tres, mejor”. Esta idea de llevar la inmediatez a su máxima expresión ha sido una de las bases sobre las que se ha sostenido el punk rock desde sus comienzos. Hacer música sencilla, rápida, directa y sin complicaciones. Y parece que Rancid, uno de los grande estandartes que dio el género en la década de los 90, han querido aplicarla al pie de la letra en su décimo álbum de estudio.

Aunque en todo este tiempo nunca se han bajado de los escenarios y han estado involucrados en infinidad de proyectos paralelos (desde los Old Firm Casuals de Lars Frederiksen hasta los Charger de Matt Freeman, pasando por supuesto por las producciones de Tim Armstrong con The Interrupters), la realidad es que los chicos de Berkeley llevaban seis años sin entregarnos nuevas canciones que llevarnos a los oídos. Tal vez por ello han querido demostrar que, ahora que han superado los 30 años de carrera, no están para nada oxidados.

Tomorrow Never Comes no es solo el disco más breve de su trayectoria con apenas 28 minutos de duración, sino también el más estrictamente punk rock que han grabado desde su trabajo homónimo del año 2000 (conocido popularmente como «el de la calavera”). Con esto me refiero a que se han desprovisto de sus clásicas influencias ska que tan especiales les han hecho dentro del estilo. Si a eso sumamos que diez de los dieciséis cortes incluidos no llegan ni a los dos minutos, nos da una clara idea de la inmediatez que han pretendido conseguir.

El disco arranca como un tiro con la canción titular combinando las voces de Armstrong, Frederiksen y Freeman. Un viejo truco que a estas alturas todavía les sigue saliendo de coña y que repetirán más adelante en ‘Prisoners Song’. A partir de ahí los golpes se van sucediendo uno detrás de otro. Algunos con extremada urgencia (‘Mud, Blood & Gold’, ‘Don’t Make Me Do It’, ‘Live Forever’), otros con vocación más melódica caso de ‘Devil In Disguise’, ‘New American’ o ‘It’s A Road To Righteousness’, pero todos van directos al grano.

Ignoro que papel habrá jugado en esta ocasión Brett Gurewitz, quien vuelve a ponerse por enésima vez tras los controles, o si el cuarteto ya venía con la intención de hacer algo más básico y sin ganas de andarse por las ramas más de la cuenta. Lo que está claro es que el álbum no guarda sorpresa alguna. Todo esta en su sitio: La particular manera de cantar de Armstong, la pegada de Branden Steineckert a los parches, los punteos de Frederiksen y las punzantes líneas de ese monstruo de las cuatro cuerdas que es el señor Freeman (a ‘Magnificient Rogue’, ‘One Way Ticket’ y ‘Eddie The Butcher’ me remito). Esto es Rancid en su más pura esencia.

Por pedir, sí que echo en falta dos o tres temazos que destaquen por encima del resto y puedan presentar candidatura a permanecer en los futuros setlists. A cambio tenemos un bloque sólido, con pocas fisuras y que puedes escucharte en cualquier momento de principio a fin. Suficiente para que aumenten las ganas de verles encabezando el Azkena Rock Festival dentro de unas semanas.

GONZALO PUEBLA