Nunca te fíes un músico que se cree infalible. Cuando Red Hot Chili Peppers, anunciaron en julio, apenas tres meses después de haber publicado Unlimited Love, el lanzamiento de otro disco doble, afirmaron que «el segundo era tan significativo como el primero» y que Return Of The Dream Canteen era «todo lo que somos y lo que siempre hemos soñado ser».
Es posible que, dado que ambos se grabaron al mismo tiempo, en las cabezas de Anthony Kiedis, Flea, John Frusciante y Chad Smith, todo estuviera distorsionado por el subidón de haber vuelto a tocar juntos después de una década, y no fueran capaces de distinguir qué material era de primera y cuál de segunda, pero escuchadas las casi dos horas y media de música que contienen los dos discos, resulta evidente que la mejor parte de la cosecha fue a parar a Unlimited Love y que los descartes quedaron para Return Of The Dream Canteen.
Teniendo en cuenta que Unlimited Love, pese a sus buenos momentos tenía bastante relleno, aquí nos encontramos con el relleno del relleno. Lo cual resulta doblemente preocupante porque si con 34 canciones en el zurrón no han sido capaces de dar forma al menos un álbum redondo es que las cosas, creativamente hablando, están estancadas. Da la sensación que el grupo no sabe cómo salir de ese círculo en el que llevan dando vueltas durante años para ofrecer algo que no sea funk rock sin la chispa necesaria (‘Fake As Fu@k’, ‘Afterlife’), incursiones pop sin gancho (‘Roulette’, ‘Bella’) y baladas anodinas (‘My Cigarette’, ‘Handfull’, ‘La La La La La La La La’, ‘In The Snow’).
Resulta frustrante escuchar el disco una y otra vez y que ni un tema te haga saltar de la silla. Apenas ‘Tippa My Tongue’ con su rollo Sly & The Family Stone y la new wave ‘The Drummer’ llaman la atención. El resto acaba formando un puré en tu cabeza en el que da igual cuando acaba un tema y empieza el siguiente.
De nuevo, Anthony Kiedis vuelve mostrarse como el eslabón más débil, y resta en lugar de sumar. Es como si se le hubieran acabado las ideas, y tanto cuando rapea como cuando canta acaba cayendo en los mismo patrones. De hecho, si Return Of The Dream Canteen fuera un disco instrumental, hasta tendría su gracia, pero los dedos de Frusciante (el solo de guitarra de ‘Eddie’ resulta emocionante) no son suficientes para decantar la balanza.
Me imagino que es difícil pararle los pies a una banda que no ha parado de crecer en popularidad haga lo que haga, pero no dice mucho en favor de Rick Rubin, un tipo que parece que flote y sepa la verdad universal, que no sepa separar el grano de la paja y guiarlos hacia un lugar más excitante. Porque si Unlimited Love mostraba algunos signos de recuperación, en Return Of The Dream Canteen vuelven a tropezar con los mismos errores de los últimos 20 años.
JORDI MEYA
