Jordan Peele es el realizador más estiloso, atrevido, original y elegante que ha salido del fantástico para masas desde los viejos buenos días de M. Night Shyamalan. Al igual que el director de Glass (Cristal), el espejo (o al menos uno de ellos) en el que se mira es el de Steven Spielberg. Además, su segunda película, Nosotros, tiene mucho de espejos.
Nosotros era una apuesta arriesgada, pero qué no lo sería después de llevarse un Oscar al mejor guión por una película de terror. ¿O era una comedia? Bueno, poco importa, porque nunca se lo dan a ninguna de las dos opciones. Y Get Out era un equilibrado ejercicio de estilo entre el mayor horror y la comedia absoluta. Su nueva película sigue igual de directa, divertida y aterradora. Y crítica, muy crítica.
Us, en su título original, es tanto ese pronombre como las siglas de ‘United States’, la peor parada de toda una trama aquí y una filmografía de un cineasta que se ha rebelado desde la elegancia y al que probablemente parte de la crítica y del público americano puedan empezar a menospreciar a raíz de esta segunda y de nuevo extremadamente política película.
Fuera de los brazos de Blumhouse y aportando con su productora los 20 millones de dólares de presupuesto (cinco veces más que en su anterior película), Peele disfruta revisitando los 80 más inquietantes con un pulso que se echaba de menos.
El director y guionista se sacude el polvo dorado de las estatuillas y se mete de lleno en el fango del horror de toda la vida, aunque no pueda evitar cierto toque sofisticado (es lo que tienen los genios) que en realidad no lo aleja demasiado del espíritu festivo de esos años que recupera en su prólogo y en las cintas VHS que coloca a la vista durante la primera secuencia de la película.
Lo que parece ser el enésimo ejemplo de invasión doméstica de turno termina siendo otro tipo de invasión a otro tipo de hogar. El reverso tenebroso de la familia media americana y el ‘reflejo’ que se esconde en todos nosotros haya o no un espejo. La esencia del ser humano llevada al extremo.
Antes mencionaba a Spielberg, y es que aquí hay mucho del viejo astro. Y no me refiero a camisetas de Tiburón, que las hay, hablo de encuadres, atmósferas, planos, secuencias, composición, música y buenas vibraciones. Ese ambiente de cine de género que hemos perdido pero al que Peele insufla nueva y esperanzadora vida. Y también aterradora. Aquí ya no hay tiempo para mirar atrás, a un subgénero de explotación que se amoldaba a la corriente de pensamiento imperante del momento.
El nuevo cine de terror negro ha cambiado las navajas oxidadas por tijeras de oro y todos salimos ganando.
KIKO VEGA