Amante de luchar contra las injusticias, Tim McIllrath ha decidido erigirse en el defensor de las nuevas generaciones en el noveno disco de Rise Against. Ridiculizados a menudo como blandos, superficiales y apáticos, McIlrath considera que los miembros de la generación Z, Y, y las que vengan, se enfrentan a unos retos tan mayúsculos (crisis económicas, climáticas, políticas…) que lo mínimo que merecen es nuestra solidaridad y empatía.
Si bien es cierto que viendo el culto a la imagen, la pobreza argumental, y la obsesión por la popularidad que padecen muchos jóvenes no es que despierte mucha esperanza en el futuro de la humanidad, no lo es menos que posiblemente quienes critican todo eso no habrían actuado de manera muy distinta de haber nacido en una era en las que las redes sociales forman parte de su habitat. En todo caso, no está de más que una banda que ya puede ser considerada veterana haya decidido ver las cosas desde su perspectiva.
Otra cosa será si esas nuevas generaciones a la que Rise Against aspiran a inspirar se molesten en escuchar un disco así. Porque lo está claro es que aunque su discurso vaya dirigido a ellos, en lo musical no hacen ningún tipo de concesión para intentar sonar ‘actuales’ o ‘modernos’. Gracias a dios no encontramos aquí bases electrónicas, cameos de TikTokers famosos, ni temas escritos a medias con hit makers de pop.
Pese al progresismo de sus ideas políticas, Rise Against son bastante conservadores a la hora de facturar sus discos. Por enésima vez han vuelto a The Blasting Room para grabar con Bill Stevenson y Jason Livermore siguiendo ese principio de que si algo funciona, mejor no tocarlo. Pero por mucho que nos conozcamos sus recursos, la fórmula sigue siendo efectiva.
Si has escuchado más de dos o tres discos de los de Chicago sabrás perfectamente lo que te vas a encontrar aquí: temas con melodías que te agarran fuerte (‘Nowhere Generation’, ‘Taking To Ourselves’), otros con un punto más rabioso (‘Sudden Urge’, ‘Broken Dreams, Inc.), algunos en los que optan por el ‘tupa tupa’ (‘The Numbers’, ‘Monarch’, ‘Middle Of The Dream’) y una balada acústica para poner algo de calma (‘Forfeit’). La ausencia de sorpresas queda compensada por una banda que suena con las misma energía que hace 15 años y un Tim que sigue cantando cada estrofa con plena convicción.
Como pueda pasar con Bad Religion -posiblemente la banda de la que recogerán el testigo cuando decidan jubilarse- cuando Rise Against están inspirados, también tiene el don de seguir haciendo que sus canciones te enamoren como si fuera la primera que los escuchas. Y en éste disco lo están.
DAVID GARCELL