Catorce años después de que Robert Plant y Alison Krauss nos sorprendieran uniéndose en aquel magnífico Raising Sand, que les valió ganar un Grammy, la pareja ha vuelto ha juntarse para regalarnos una secuela igual de deliciosa.
La fórmula que han seguido es exactamente la misma: coger temas ajenos procedentes de ese gran cajón de la música americana, o como la llama Plant, «música de las montañas», y junto al productor T Bone Burnett y un puñado de músicos excelentes como Marc Ribot, David Hidalgo o Bill Frisell dotarlas de una sonoridad muy especial. De nuevo, si por algo destaca el resultado de esta colaboración es por la exquisitez y delicadeza de todos las interpretaciones, creando algo que suena totalmente atemporal.
La sutileza de la combinación de sus voces y la elegancia con la que las envuelven las guitarras acústicas, mandolinas y la percusión crean un paisaje lleno de niebla por el que nos vamos deslizando a lo largo de sus 12 canciones (14 en la versión deluxe).
La química funciona tanto como cuando se ponen más románticos en ‘The Price Of Love’ de los Everly Brothers, se muestran juguetones como en ‘Can’t Let Go’ de Randy Week, se sumergen en el blues de ‘Last Kind Words Blues’ de Geeshie Wiley o pasan la frontera de la mano de ‘Quattro (World Drifts In)’ de Calexico. Aunque quizá ninguna concentra lo que este disco como la versión ‘Go Your Way’ de Anne Briggs, una de las figuras del revival del folk británico en los 70, que sirve de puente perfecto entre las tradiciones de ambos protagonistas.
Cabe destacar tanto el acierto en la selección de un repertorio que no cae en los clásicos de siempre, como que la única composición propia, ‘High And Lonesome’ firmada por Plant y Burnett, encaje con total naturalidad.
Robert Plant se ha pasado la mayoría de su carrera en solitario intentando escapar de la gigantesca sombra de Led Zeppelin, en muchas ocasiones de manera forzada, pero cuando les escuchas cantar con Krauss se nota que se siente en casa.
JORDI MEYA