Fue hace ya muchos años cuando gracias a un buen amigo de toda la vida descubrí a The Living End. En una ocasión le pillé prestado el segundo álbum de los australianos, Roll On, publicado originalmente en 2001. Fue enchufarme el primer corte del mismo título y quedarme enganchado a la primera a su mezcla de rockabilly y punk rock.

Sorprendentemente cada canción que seguía en el tracklist parecía incluso mejor que la anterior, pero ese «one, two, three, four» a grito pelado me dejó noqueado en cuestión de milésimas. Ya estoy contando los días para berrearlo también en el próximo Azkena.