Aunque en noviembre ya nos puso en alerta cuando anunció su preventa en la web de Pax Am, Ryan Adams ha decidido comenzar 2024 por todo lo alto. El pasado 1 de enero colgaba en las plataformas digitales cuatro nuevos álbumes de estudio y un directo dedicado a Prisoner, su obra de 2017.
El de Jacksonville prosigue de esta forma la racha de incontinencia creativa en la que parece encontrarse inmerso desde su reaparición a finales de 2020 con Wednesdays, tras ser cancelado el año anterior por una serie de acusaciones de varias mujeres (entre ellas su ex-esposa Mandy Moore y la cantautora Phoebe Bridgers) por conducta sexual inapropiada. A pesar de que buena parte de la industria le sigue dando la espalda a día de hoy, esto no ha impedido a Adams lanzar desde entonces la friolera de una decena de discos, amén de otros tres dedicados a versionar trabajos de Bruce Springesteen (Nebraska), Bob Dylan (Blood On The Tracks) u Oasis ((What’s The Story?) Morning Glory), e incluso publicar su primera novela, 100 Problems. Se ve que para él los días deben durar más de 24 horas.
Pasando a centrarnos en estos cuatro nuevos títulos que acaba de entregarnos hace tan solo un par de semanas, uno no puede evitar quedarse con la misma sensación cuando en 2022 volvió a ofrecernos una catarata de lanzamientos. Aquel curso también fueron cuatro los álbumes que fue despachando a lo largo de los meses (recordemos: Chris, Romeo & Juliet, FM y Devolver, dejando claro que nos encontramos ante un personaje con una capacidad creativa fuera de lo común, pero también con serios problemas para saber filtrar entre lo realmente destacable y lo prescindible. Y en parte es lo que le ha vuelto a ocurrir, pues en esta tetralogía somos testigos por enésima vez de su genialidad. Tanto para lo bueno como para lo malo.
1985 es el que mejor refleja esa incapacidad de saber rodearse de un productor o un consejero que le ayude a administrar el torrente de creatividad que posee. Acertadamente titulado como si fuera la continuación del EP (o mini-álbum, según se mire) 1984, este primer tomo compila 29 piezas, las cuales en su mayoría apenas sobrepasan el minuto y medio. Si bien aquel trabajo de 2014 era un fogonazo de urgencia electrizante en menos de un cuarto de hora, aquí la fuerza de su contenido se va diluyendo según avanza.
Sobresalen títulos como los de ‘Waste Of Time’, ‘I Don’t Want To Know’, ‘How To Belong’, ‘Bag Of Trash’ o ‘Stoned Alone’, en los que el ex-Whiskeytown consigue capturar algunos chispazos de energía espontánea. Especialmente llamativa es la breve ‘Down The Drain’, en la que con apenas 30 segundos y una acústica se basta y se sobra para dar con una bonita melodía. Un ejemplo de lo poco que necesita nuestro hombre para sacar oro de la nada.
Por contra, el resto del tracklist se completa a base de grabaciones que denotan pertenecer a distintas sesiones esparcidas en el tiempo (las producciones de ‘Forget Me Either Way’, ‘Lucy’, ‘Sleep It Off’ o ‘Promises’ resultan sonrojantemente chatarreras), desluciendo por completo el global. Eso por no hablar de algunos ejercicios líricos bastante tontorrones como los de ‘You Are The Enemy’, ‘Wha The Fuck’ y ‘Straight Edge Book Store’. Otras como ‘Rat Face’, ‘Skulls’ o ‘Between The Bars’ podrían entenderse como un homenaje sincero al hardcore primigenio de Black Flag y Bad Brains, pero no acaban de aportar gran cosa. No negaré que tiene gracia ver a Ryan hacer el punki sin mayores pretensiones, pero es el volumen más prescindible del lote.
Heatwave recoge el testigo de ese sonido más rockero y directo desde que nos recibe con ‘Lies’, enlazando a la perfección con 1985 por su insultante inmediatez. Eso sí, su contenido está mejor orientado (en parte) acudiendo a la onda The Replacements como principal inspiración. Ahí aparecen ‘Mercy’, ‘Why’, ‘Angel’ o ‘True Love’, haciendo buena la fórmula de coger apenas un par de acordes y partir en busca de un estribillo que se clave en tu sesera, cosa que consigue en más de un momento. De hecho, no sería descabellado emparentarlo con el denostado Rock N Roll de 2003 (¿acaso ‘Too Late’ no suena como la hermana pequeña del single ‘So Alive’?).
Su punto flaco vuelve a ser una producción desigual en según que cortes. Esto dificulta que se le pueda llegar a tomar en serio como una obra pensada como tal, sino más bien como un recipiente de temas que quedaron huérfanos de otros proyectos pasados. Los efectos de voz en ‘Heatwave’ y ‘Supernatural’ te sacan de la dinámica por la que transitan sus compañeras, mientras que la muy The Smiths ‘Walls’, el garage 60’s de ‘The Blue Canoe’ y la floja ‘I’m Insane (Again)’, a pesar de su variedad, no hacen que sume puntos en el casillero.
Con una selección y tratamiento adecuado de los temas podríamos estar hablando de un trabajo superior al resultado final. Aunque hay buenas intenciones en Heatwave, de nuevo no se ha rematado la faena.
Pero lo bueno que tiene Ryan Adams es que entre tanto material de vez en cuando es capaz de dar con un diamante. Y ese es el caso de Star Sign. Lo afirmo sin tapujos desde ya mismo: se trata de su álbum más conciso y redondo de este último y caótico lustro. Comenzando porque muestra una propuesta completamente distinta a lo que nos venía acostumbrando. Deja aparcadas las sonoridades con reminiscencias a los 80 para recuperar su esencia de cantautor clásico. Cada una de las diez canciones es una joyita en sí misma.
Apostando por un tono intimista que te atrapa nada más arrancar con la conmovedora ‘Self Defense’, se aprecia un cariño especial por rodear a los cortes de una belleza embriagadora sin que llegue a empalagar. Es asombroso ver como es capaz de ir construyendo poco a poco en ‘So Lost’ hasta llegar a esas notas de piano finales, o abrirse paso hacia la luz en ‘Darkness’ con otro cierre emocionante.
Incluso hay instantes como la campestre ‘Shinin’ Through The Dark’, ‘Be Wrong’ y la springsteeniana ‘Tomorrow Never Comes’ en las que nos hace recordar aquellos días en los que se le señaló como el próximo gran héroe del country alternativo (que nunca llegó a ser por elección propia) gracias a Heartbreaker. Pocas veces ha estado tan cerca de aquel álbum. Hasta en la propia canción titular invoca a Neil Young, armónica mediante, para firmar otra pieza sónicamente envolvente. Que acabe con dos baladones al piano (la muy crooner ‘I Lost My Place’ sustentada por un teclado de fondo a lo Twin Peaks, y ‘Stay Alive’, cuyo ritmo impulsado por las agujas del reloj te van dirigiendo hacia un crescendo para enmarcar) sin que llegues a bostezar, dice mucho del nivel alcanzado en esta ocasión.
Desde la primera hasta la última nota todo está su sitio. Y esto hace mucho que no lo veíamos en él. Si tienen que escoger solo uno de entre estos cuatro discos, no lo duden. Star Sign es el mejor. Y además por mucho.
Por último, Sword & Stone reincide en el registro FM ochentero donde tan cómodo se lleva sintiendo desde que publicará su brillante álbum auto titulado de 2014. En ese aspecto, pocas novedades presentan ‘I Was Here’, ‘Sword & Stone’, ‘I’ll Wait’ o ‘Blizzard In The Room’ (parece sacada de Prisoner), salvo que se trata de composiciones fantásticas que, con un sonido acorde, podrían ser todavía mejores.
En ese mismo registro, lucen medios tiempos marca de la casa como ‘Never Run’ y ‘Memory Lane’, idóneos para conducir por una carretera a oscuras. La narrativa cinematográfica también hace acto de presencia en ‘Manhattan In The Rain’, y en ‘I Can See The Light’ encontramos otro soberano temazo en el que Adams lo da todo en una interpretación vocal que pone el bello de punta.
Lo dicho: no trae nada nuevo que no hayamos escuchado viniendo de él, pero esconde un puñado de temas que justifican el disco por sí mismo. Ya solo por eso, merece darle una escucha.
A pesar de los altibajos inherentes a un personaje como el que nos enfrentamos, podría decirse que esta cosecha arroja un balance ligeramente superior al de hace dos temporadas. Es verdad que tenemos un disco olvidable y otro un tanto irregular, pero el notable Sword & Stone y muy especialmente Star Sign hacen que esta remesa tenga una relevancia y un peso propio dentro de su basta discografía, que no es poco.
Por supuesto, sería de ilusos pensar que Ryan vaya a quedarse de brazos cruzados en lo que queda de año. Por eso ya ha lanzado un aviso de que en los próximos meses tendremos nuevas sorpresas. Entre ellas el esperadísimo Blackhole, una grabación que tiene su propia leyenda entre sus acérrimos y cuya edición lleva postergándose durante años. Así que habrá que ir haciendo quinielas para ver quien acaba con más trabajos publicados al finalizar 2024: Adams o King Gizzard & The Lizard Wizard. Por el momento, el de Jacksonville ha tomado la delantera.
GONZALO PUEBLA