Mientras seguimos celebrando que el próximo mes de marzo le tendremos de gira por nuestro país, Ryan Adams no pierde el tiempo y sigue a lo suyo publicando un nuevo disco. Aunque esta vez lo de “nuevo” tiene truco.
La historia de Blackhole se remonta a mediados de los 2000 cuando se rumoreó la edición de una caja titulada 20:20 que contendría hasta 5 álbumes inéditos del ex Whiskeytown; The Suicide Handbook, 48 Hours, Pink Hearts, Darkbreaker y el mencionado que nos ocupa. Dicho box set jamás llegó a ver la luz desatando todo tipo de rumorología que, alimentada por las propias declaraciones de Adams con el paso de los años, acabarían convirtiendo esa serie de discos en una especie de Santo Grial para sus fieles.
De todos ellos, Blackhole siempre ha sido el que mayor expectación ha levantado. Se dice que fue escrito durante una de las etapas más oscuras del cantautor de Jacksonville, sumido en un pozo de adicción a las drogas, depresión y la enfermedad de Ménière acechando antes de que esta le fuera diagnosticada. Que diversas canciones fueran apareciendo de manera pirata o siendo interpretadas esporádicamente en directo, hizo que el mito por este álbum perdido fuera en aumento.
Así hemos llegado hasta el día de hoy en el que en plena espiral de lanzamientos de PAX AM, Ryan ha decidido que este era el momento idóneo para liberar oficialmente la obra. Eso sí, tal vez porque algunos todavía estarán digiriendo los cuatro discos que lanzó a comienzos del presente 2024, su anuncio no ha causado tanto revuelo. Pero una vez ya disponemos de él, lo que de verdad cabe preguntarse es, ¿realmente hace honor a toda su leyenda?
Pues a la hora de dar una respuesta corta, diría que no. Puede que esta opinión venga condicionada por la incontrolable cantidad de material que Adams ha ido sacando desde su regreso tras ser cancelado en 2019 que hasta quienes le intentamos seguir la pista ya nos cuesta separar el grano de la paja. Y no me malinterpreten. Blackhole contiene un puñado de buenas canciones como suele tenernos acostumbrados nuestro hombre, pero ni mucho menos es la gran obra maestra oculta que tal vez algunos esperaban encontrarse.
Estilísticamente, podría decirse que está a medio camino entre Love Is Hell y Rock N Roll. Por parte del primero, las referencias son obvias gracias a ese sonido tan deudor de The Smiths con los característicos arpegios a lo Johnny Marr bien presentes. Ahí es donde destacan piezas como ‘The Door’, la inmediatez de ‘Help Us’ y ‘Catherine’ (con Adams dejando constancia del buen estado vocal que atravesaba en aquel entonces), o ‘Likening Love To War’ y su envolvente final.
Por contra, ‘Starfire’, ‘For The Sun’ y ‘When I Smile’ podrían haber entrado en el intento (forzado) de replicar el éxito de The Strokes que fue Rock N Roll. Si dentro de su catálogo está considerado como un trabajo menor, los temas que aquí transitan por ese camino no lo son menos. Además, terminan por desdibujar el global de un disco disfrutable pero no redondo, quedando lejos de sus mejores títulos y estableciéndose en la zona media de la tabla de una discografía que comienza a ser inabarcable.
Con todo, Blackhole es un buen entretenimiento mientras tachamos los días en el calendario para la llegada de esos conciertos programados para el año que viene. Quién sabe si para entonces el bueno de Ryan no nos tendrá preparada más música.
GONZALO PUEBLA
