Que Santo Rostro hayan tardado nada menos que seis años en publicar un nuevo larga duración no debería ser visto como un acto de procrastinación extrema. Más bien de condescendencia hacia nosotros, los oyentes. Porque tras la andanada de sludge-doom que fue su último The Healer, se necesitaban varios meses para recuperarse y asimilar semejante embestida.
A buen seguro que durante este tiempo algún incauto les habrá asaltado en los conciertos, en los bares o en la misma calle con aquello de: “¿y el disco nuevo para cuándo?”. En realidad, los de Jaén nos estaban teniendo en consideración para lo que tenían guardado. Y no, amigos, no estábamos preparados para esto.
Que ahora las aberraciones que vociferan al micrófono sean en castellano como venían pregonando tiempo atrás es lo de menos. Lo que realmente sorprende es que en Después No Habrá Nada hayan sido capaces de armar un artefacto sonoro más tóxico que la peor de las resacas. Escucharlo es el equivalente a despertarte después de una noche a base de alcohol, porros, farlopa y LSD hasta las cejas y enchufarte del tirón la discografía completa de Melvins y High On Fire con el volumen al 15. Una cosa jodidamente enfermiza de veras.
El riff monolítico de ‘Telerañas’ te agarra con fuerza y ya no te suelta hasta que la aguja deja de besar el vinilo. El sludge percusivo marca de la casa cuenta ahora con voces cargadas de efectos alucinógenos combinando la psicodelia más pasada de rosca. Continúan adentrándose por terrenos cada vez más cavernosos en ‘Carcasa Digital’ sin que la batería cese de martillearte el cráneo ni un segundo. Tampoco te dejes engañar por el arranque acústico con ecos andaluces que trae ‘Aire’, pues no tardará demasiado en mostrarte su rostro más desagradable hasta arrastrarte al pozo de la locura insana.
Si todo esto te parece excesivo, tranquilo que lo mejor (o lo peor) aún está por llegar en la cara B. Esa ‘Matriz’ de 3 movimientos invoca el sagrado nombre de los legendarios Viaje A 800 a través de su lírica fatalista para posteriormente pervertirse desencadenando en un final de agonizante doom. ¿Que no tenías suficiente? Pues ahí te van los doce minutazos extra del tema titular en los que regurgitan todo lo anteriormente mostrado pero con más mala baba.
No sé si después de esto a Santo Rostro les quedarán fuerzas para vomitarnos en el pecho cual niña de El Exocista dentro de otros seis años. Lo que sí puedo afirmar es que servidor ya dispone de banda sonora para aterrorizar los pasos de las procesiones en la próxima Semana Santa. Gracias, pecadores.
GONZALO PUEBLA