Sinceramente, no recuerdo la última vez que me sentí excitado ante un nuevo álbum de Scorpions. Debe ser desde los tiempos de Love At First Sting, cuando todavía era un jovencito ávido de heavy metal y tenía la testosterona por las nubes.
A partir de entonces, en mi opinión, todo fue cuesta abajo y sin frenos, a pesar de que se descolgaran con alguna cosa interesante de vez en cuando. Eso sí, hasta entonces su carrera casi fue impoluta. Desde la partida de Ulrich Roth y la llegada de Matthias Jabbs, los teutones fueron cimentando una carrera que estaba destinada al estrellato total. La psicodelia de sus primeros tiempos con Schenker quedaba lejos, y el hard rock Hendrixiano desapareció cuando Roth se fue, entonces la evolución de la banda, apoyada por el estilo más melódico de la Gibson Explorer de Jabbs, fue mutando a terrenos más melódicos. Ahí empezó la conquista del mundo.
Lovedrive (Harvest, 1979), Animal Magnetism (Harverst, 1980), Blackout (Harvest, 1982) y Love At First Sting (Harvest, 1984) lograron llegar a lo más alto, incluyendo el beneplácito del público americano que también se rindió a ese hard rock poderoso con una gran carga de melodía. No voy a decir que lo que vino después estaba exento de calidad, estaría mintiendo, pero es irrefutable que ni Savage Amusement (Harvest, 1988), ni Crazy World (Vertigo, 1990), ni Face The Heat (Polygram, 1993) mantenían el tremendo nervio de obras anteriores. Siguieron teniendo éxito, ganaron seguidores entre la gran masa y en mi opinión, se acomodaron en una fórmula que dominaban a la perfección, pero que los mostraba como una banda mucho más genérica y menos excitante.
Siguieron su camino, y al final veíamos a Scorpions en los festivales metálicos, donde se acostumbraron, como tantos otros de su generación, a jugar la baza nostálgica. Era una banda clásica que más o menos se mantenía en forma, conservaba su núcleo importante y seguía siendo bonito verlos descargando alguno de sus incunables.
Y llegamos al 2022, dos años de pandemia los han hecho parar de girar. Quizás han tenido tiempo para respirar, tomar una pausa, componer sin presión y meterse en el estudio a grabar sin ningún tipo de expectativa de ventas. Se ha sobrevivido a una pesadilla y querían celebrarlo con un buen álbum. Dicho y hecho. Ni en un millón de años pensé en estar escribiendo una reseña de un nuevo disco de Scorpions, y mucho menos tener que decir que me parece un disco sobresaliente ¿Lo mejor desde Love At First Sting? Puede parecer exagerado, pero así lo creo y así lo tengo que decir.
La sensación es que la banda ha estado escuchando de nuevo su inmenso legado para inspirarse y volver a tomar el camino correcto. ‘Seventh Sun’ o ‘When Tomorrow Comes’ por ejemplo, nos pueden retraer a los lejanísimos tiempos de In Trance, con esas guitarras tan densas y esas ambientaciones tan épicas. El tema título me parece un hit en toda regla, uno de esos temas que de haber salido en los ochenta hubiera arrasado en los charts, claro que lo mismo podríamos decir de ‘Gas In The Tank’ o ‘Roots In My Boots’, los dos balazos de apertura donde la guitarra de Jabbs se sale.
‘Shining Of Your Soul’ me recuerda aquellos medios tiempos de Lovedrive, donde la melodía bien entendida era tan importante. Klaus Meine canta como los ángeles aquí. ¿Y de dónde ha sacado Rudolf el infeccioso riff de ‘Knock ´Em Dead’. ¿Y ese estribillo? Estamos ante un álbum sorprendente, cargado de grandes canciones y con la banda funcionando a pleno rendimiento. Que se hayan dejado para los bonus track un tema como ‘Shot For Your Heart’, de lo mejor del disco, te da la medida de lo sobrados que se sentían, y que Rudolf declare qué, grabando en el estudio, se volvieron a sentir como en los años de Blackout, te hace sentir que Scorpions han vuelto y lo han hecho a lo grande.
Escúchalo sin prejuicios, si como yo, los adoras desde tu adolescencia, sonreirás con la satisfacción de saber que una de las bandas de tu vida ha resurgido cuando probablemente nadie lo esperaba. Nunca des por muertos a los maestros, pueden volver a hacerte tragar tus palabras de la manera más contundente. Así es fácil creer en el rock. Así es fácil creer en Scorpions.
ANDRÉS MARTÍNEZ