Como esos mashups que mezclaban a Spice Girls con Slipknot o a Aqua con Metallica, Sleigh Bells llevan más de una década uniendo melodías pop con guitarras cañeras y técnicas de producción electrónica. El dúo de Brooklyn es algo así como la versión hipster de Babymetal.
Pero el impacto que tuvo su fabuloso debut Treats (2010) se había ido diluyendo en sus sucesivos discos, hasta el punto de que no sabía muy bien si el grupo seguía existiendo o no. Lo que en un inicio parecía un hallazgo fresco y original se había acabado convirtiendo en una faja demasiado ajustada para que siguieran desarrollando su creatividad. Y no es que, en su nuevo disco, la vocalista Alexis Krauss y el guitarrista Derek E. Miller (ex Poison the Well) reinventen su sonido, pero sí que han recuperado la chispa que parecían haber perdido.
Y es que, cuando se trata de hacer canciones pop, al final la cuestión se limita a si eres capaz de parir buenos hooks o no, y Bunky Becky Birthday Boy los tiene por doquier. Desde que arranca con ‘Bunky Pop’, en el que empiezan repitiendo el título del disco al estilo de un equipo de cheerleaders y entran los primeros guitarrazos, hasta que termina con la semi balada ‘Pulse Drips Quiet’, el álbum transmite una excitación contagiosa más propia de un primer disco que de un sexto.
Como si fuera arena rock creado por ingenieros de Nintendo, por tus oídos circulan riffs con distorsión thrash, tecladillos salidos de máquinas recreativas, beats fabricados en una caja de ritmos 808, y la voz de Krauss, a menudo multiplicada como si fuera un girl group formado por clones de principios de los 2000. La receta funciona especialmente bien en ‘Life Was Real’, ‘Roxette Ric’, ‘This Summer’, ‘Badly’ o ‘Blasted Shadow’: pegadizas e inmediatas a más no poder.
Decía Jordi Meya en la crítica de lo nuevo de Scowl que quien buscara su “disco del verano” tenía en él a un firme candidato. Aquí tienen otro.
MARC LÓPEZ