Tal vez solo sea una percepción mía, pero tengo la impresión de que The End, So Far ha estado muy lejos de levantar la expectación y el revuelo que siempre suele acompañar a un nuevo lanzamiento de Slipknot.
Sea porque su anterior We Are Not Your Kind aún permanece relativamente fresco en la memoria colectiva, porque los avances que han ido presentando a lo largo de estos meses no han terminado de emocionar en exceso, o porque sus declaraciones previas ya no pillan a nadie por sorpresa (en esta ocasión habían asegurado que el álbum traería ecos de Vol. 3: The Subliminal Verses), el séptimo trabajo de los enmascarados de Iowa (último de su contrato con Roadrunner) ya presentaba de salida un perfil más bajo de lo habitual en ellos.
Y la verdad es que tras varias escuchas, uno se queda con la sensación de que Slipknot han puesto el piloto automático en más de un momento durante la concepción de este disco. Lo que ocurre es que, al menos en su caso, esto es más que suficiente para entregar una obra que cumple con sus estándares, pero que tampoco acaba de matar.
No obstante, siguen conservando la capacidad para atraer tu atención desde el primer momento en el que pulsas el play. Ni que sea con una de las canciones más desconcertantes que han parido nunca como es ‘Adderall’. En lugar de presentarse con una introducción enfermiza como nos tienen acostumbrados, esta vez han optado por sorprender con una pieza de ritmo sencillo, repleta de arreglos acústicos, teclados, coros melódicos y un Corey Taylor cantando en su registro más suave. Transmite más paz y calma que ganas de salir a la calle en busca de bronca con el primero que te cruces. No es para nada un mal tema, pero desde luego no es lo que esperarías encontrarte de primeras.
Tras dejarte descolocado e incluso preguntándote si has pinchado el disco correcto, ‘The Dying Song (Time To Sing)’ y ‘The Chapeltown Rag’ se encargan de colocar las cosas en su sitio. Su impacto es mayor si cabe, pues la formación al completo arremete sin piedad como es norma en ellos, colando detalles interesantes por parte de Sid Wilson y Craig Jones desde sus respectivas mesas. Por supuesto, tampoco falta esa cuota de melodía en los estribillos que se ve venir a kilómetros de distancia. Un elemento que ya está más que asimilado en el vocabulario de Slipknot y que, aunque pueda seguir generando desacuerdo entre los maggots, apenas sorprende a estas alturas.
La balada ‘Yen’ es de lo más convincente en este primer tramo. Y digo “balada” (nótese el uso de las comillas) porque no es un corte exento de intensidad a pesar de avanzar con un ritmo menos frenético. Me parecen dignos de mención los arreglos de scratches en el puente que precede a la entrada de un riff rompe-nucas marca de la casa. Llama la atención que en pleno 2022 todavía sigan siendo capaces de usar recursos tan asociados a la época dorada del nu metal y que estos no resulten forzados. Con ‘Hivemind’ y ‘Warranty’ vuelven a apretar el acelerador con otros dos misiles dando carpetazo a una primera mitad correcta.
Pero pasado el ecuador es cuando la banda comienza a perder gasolina resintiéndose notablemente según van pasando los cortes. ‘Medicine For The Dead’ reitera en la fórmula de medio tiempo extenso y oscuro jugando en las estrofas y los coros con la dualidad poli bueno-poli malo. No está mal, pero tampoco aporta nada interesante. De ‘Acidic’ habían llegado a declarar que se trataba de una especie de blues heavy. Puedo entender a que se refieren y resulta cuanto menos curiosa, pero al final termina siendo un cúmulo de ideas deslavazadas que no acaban de funcionar del todo.
Es en este segundo tramo dónde uno empieza a notar el enorme peso que tiene la figura de Corey Taylor dentro del engranaje de la formación a día de hoy. Es él quien tira del carro en muchos instantes, sea para bien (en ‘H377’ está desatado en su faceta de screamer), o para mal como en ‘Heirloom’, dónde una vez más vuelve a confundir a Slipknot con otros proyectos como Stone Sour o su carrera en solitario para incluir una canción de línea hard rockera con una base algo más dura gracias al respaldo de sus compañeros. Tampoco es algo que no hayamos visto en anteriores entregas, pero empieza a resultar cansino.
‘De Sade’ y ‘Finale’ son las encargadas de clausurar siendo dos canciones de clara vocación melódica. Ambas aprueban dentro del contexto, especialmente la primera, que cuenta con un duelo de solos de guitarra bastante notable (aquí Jim Root aprovecha para lucirse a las seis cuerdas), pero tal vez con una hubiera sido suficiente.
Al Igual que ocurría con Zeigt de Rammstien, The End, So Far parece la versión pobre de su predecesor. Aun siendo más cohesionado y trabajado que el de los germanos, recoge ideas previas ejecutadas con menos acierto, resultando en un ejercicio de estilo aunque éste sea propio tratándose de un nombre con tanta personalidad como Slipknot. Un disco irregular, aún con sus buenos momentos, pero poco relevante para una marca acostumbrada a serlo.
GONZALO PUEBLA