Nos ha pasado a todos y todas. Esperas con ganas la nueva serie protagonizada por ese actor o actriz prometedor, pero te pones el primer capítulo y no conectas. La dejas, y a otra cosa. Pasan los días y un amigo, de esos que conocen bien tus gustos, te anima a seguir. Él acabó la temporada entera y, más importante, pasó un muy buen rato. “Dale una oportunidad, en serio”, te dice.
Pues bien, algo parecido me ha sucedido con el nuevo disco de Snail Mail, Valentine. He disfrutado y lo sigo haciendo con las primeras referencias de Lindsey Jordan -que al final ella es la banda y la banda es ella-, unos ejercicios de indie rock tan frescos como sentidos. Su anterior disco, Lush, de hecho, me parece uno de los mejores de la cosecha de 2018.
Con este listón tan alto es fácil llevarse una decepción, más si cabe cuando la artista en cuestión decide arriesgar para crecer. Estos movimientos pueden salir bien, mal o fatal; pero solo por el mero hecho de intentarlo ya merecen todos nuestros respetos, nos guste más o menos el resultado final.
Si bien en la primera escucha me pareció un disco muy rico musicalmente, variado y ambicioso en el sentido amplio de la palabra, también echaba de menos la espontaneidad de sus primeras composiciones. Pienso en mis favoritas, como ‘Thinning’, ‘Pristine’ y ‘Speaking Terms’. Afortunadamente la insistencia mereció la pena. No me costó demasiado encontrarle la gracia, porque la tienen, cortes de puro pop como ‘Valentine’, el tema que abre y da nombre al disco. Al fin y al cabo, ese estribillo es 100% Snail Mail, la diferencia radica únicamente en la manera de vestir el tema, tanto a nivel instrumental como de producción.
Escucho ‘Ben Franklin’ como una auténtica canción-puente, que conecta la esencia vulnerable de las primeras canciones Snail Mail y el nuevo sonido de la banda, con mucho más groove y una ligera pátina electrónica. Detrás de una ligera bruma trip hop en ‘Forever (Sailing)’ y ‘Madonna’ también encontramos unas composiciones de pop rock impecables, con una cantante en estado de gracia, como en la final ‘Mia’, que bien podría ser la pieza central de un musical.
Otras que no pasan desapercibidas, aunque solo sea por el contraste, son ‘Light Blue’, con ese arranque acústico, y ‘Glory’, con las guitarras llevándose todo el protagonismo y unos coros muy en la onda de Celebrity Skin de Hole, en la que justamente habla sobre los sinsabores de la fama.
Esa ‘teenager’ que cantaba al desamor se ha hecho mayor, tampoco mucho, que solo tiene 22 años, y posa elegante en la portada de un disco preparado a conciencia para conquistar muchos corazones. Déjate seducir por este Valentine. Dale una escucha. O dos.
LUIS BENAVIDES