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SPIRITBOX – ‘Tsunami Sea’

Un híbrido que empuja el metal, como género, hacia el futuro.

Decir que el segundo álbum de Spiritbox era uno de los discos más ansiados de la temporada es quedarse corto. El inesperado éxito de su debut Eternal Blue en 2021 convirtió al combo canadiense en una de las revelaciones con más potencial dentro de la escena metal como prueban su rápida escalada en los carteles de los festivales, sus colaboraciones con la diva del rap Megan Thee Stallion, o que hace apenas tres semanas agotaran las 10.000 entradas de su concierto en el Alexandra Palace de Londres.

Que su nuevo disco se llame Tsunami Sea podría leerse como un guiño a la fuerza con la que han irrumpido en el panorama musical, pero según ha contado la vocalista Courtney LaPlante tiene que ver con los efectos de la depresión, cuyo daño permanece sumergido en tu interior igual que una corriente subterránea en un mar aparentemente tranquilo, hasta que se manifiesta de manera devastadora cuando ya es demasiado tarde. Una acertada metáfora que encaja perfectamente en un trabajo tan capaz de abrumarte con su potencia como de calmarte con sus hipnóticas melodías y cuyas letras articulan de manera poética la angustia de una salud mental frágil con versos como «Y así convierto todas mis lágrimas en un mar de tsunami, tumultuoso hasta el fondo donde sé cuán profundo es».

Si las expectativas eran altas, todavía más tras el EP The Fear Of Fear de 2023, Tsunami Sea las cumple de sobras. Spiritbox han creado una obra visionaria integrando sin complejos influencias del pop o la electrónica. Pero que nadie se equivoque, su fin no es vender álbumes como rosquillas sino experimentar para crear un híbrido que empuja el metal, como género, hacia el futuro siendo la puerta de entrada para una nueva generación.

Producido a medias entre el guitarrista Mike Stringer y el ex Volumes Daniel Braunstein, el álbum suena con fuerza y claridad poco frecuentes. Si a menudo un envoltorio excesivamente ‘digital’ me molesta, aquí le encuentro un sentido artístico. Es una gozada sentirte envuelto por decenas de texturas mientras te lanzan riffs en tromba como en la inicial ‘Fata Morgana’ o las brutales ‘Soft Spine’ y ‘No Loss, No Love’ que podrían convencer a cualquier seguidor de Meshuggah. Es de esos discos que gana tanto escuchándolo en cascos como a través de los altavoces a tope.

A pesar de que en su debut ya descubrieron muchas de sus cartas, Spiritbox consiguen sorprenderte con la cadencia industrial y la voz robotizada de ‘Black Rainbow’, muy a lo Gojira, o la base drum’n’bass de ‘Crystal Roses’. Pero si algo engancha de verdad son los arrebatadores estribillos de ‘Perfect Soul’, ‘Keep Sweet’ o ‘Ride Wave’ donde Courtney LaPlante, estelar en sus múltiples registros, demuestra que podría tener una carrera paralela componiendo hits para estrellas del pop. Que guarden para el final uno de sus mejores temas, ‘Deep End’, un torrente épico y emotivo que cierra el álbum por todo lo alto, evidencia lo seguros que se sentían respecto a su nueva creación. No iban desencaminados: esto es un discazo.

DAVID GARCELL