El pasado 4 de enero, Justin Townes Earle , J.T. para sus amigos, hubiese cumplido 39 años, y ese día fue el elegido por su padre, Steve Earle, para que este disco viera la luz. Un padre cantando las canciones de su hijo recién fallecido. ¿puede haber más carga emocional en 35 minutos? Lo dudo.
Steve Earle And The Dukes han sido responsables de algunos de los mejores álbumes de música americana y country de las últimas décadas, con lo que la perfecta ejecución de los temas estaba garantizada desde el momento en que se filtró la puesta en marcha del proyecto. Pero pese a compartir genes e influencias, las formas de adentrarse en la tradición del folk y el country americano de ambos no han podido ser más diferentes.
Steve siempre ha jugado en el lado rupturista, el lado más outlaw, incorporando elementos más propios del rock a muchas de sus composiciones e incluso flirteando con bases rítmicas y DJs en alguna, poco afortunada, etapa de su carrera.
Por contra, Justin, siempre se había mantenido muy fiel a la tradición, desde su forma de cantar a sus letras, pasando por producciones e instrumentaciones muy limpias. Es precisamente en las canciones en las que J.T. se alejaba más de los patrones country clásicos para abrazar el género americana, donde Steve Earle consigue que sus versiones alcancen las mayores cotas de brillantez.
Así, las iniciales ‘I Don’t Care’ y ‘Ain’t Glad I’m Leaving’, están lejos de la delicadeza con la que las trataba Justin en su EP de debut Yuma y en su album de 2008 The Good Life, el disco que más canciones coloca en este tributo. En las siguientes ‘Maria’ y ‘Far Away In Another Town’, Steve Earle se desprende del bluegrass para arrancarnos el corazón con dos versiones fantásticas que nos recuerdan a aquel forajido que puso el panorama musical patas arriba con el legendario y no suficientemente reivindicado I Feel Alright de 1996.
La versión de ‘They Killed John Henry’ es una de las que peor aguantan la comparación con una original en la que J.T. se calzaba las botas de Hank Williams sin despeinarse ni salir mal parado. ‘Turn Out My Lights’ nos hace recordar al Earle de ‘Billy Austin’, y volver a escucharlo manejarse en los tempos más melódicos es una delicia, una de las mejores piezas sin lugar a dudas. También encomiable me parece el toque crepuscular que le da a ‘The Saint Of Lost Causes’, el tema que titulaba el último álbum de Justin Townes Earle, y que se muestra como la interpretación más arriesgada del disco.
Remarcar que la última canción ‘Last Words’ es la única no versión y cuyo título lo dice todo: las últimas palabras de un padre a un hijo. Una relación que no siempre fue perfecta entre dos personas que persiguieron demonios parecidos y que demostraron que pese a compartir apellido y escena, eran perfectamente complementarios e independientes.
Un bonito homenaje, más que un disco a destacar en su discografía.
LLUÍS PUEBLA