Viendo el cúmulo de desgracias que Stone Temple Pilots han sufrido a lo largo de su carrera, era de esperar que algún día les saliese un disco como Perdida: melancólico, vulnerable, y que reflexiona sobre la ausencia y el paso del tiempo. Porque habrán vivido un gran éxito, vendiendo más de 40 millones de copias y girando por todo el mundo, pero también han tenido que lidiar con las muertes de sus dos antiguos vocalistas, Scott Weiland y Chester Bennington, en trágicas circunstancias.
E incluso ahora que habían encarrilado las cosas reclutando a Jeff Gutt -un clon de Weiland, pero que al menos no les desquicia-, parece que su gafe no ha terminado. Hace apenas dos semanas anunciaban que se veían obligados a cancelar la gira acústica que tenían prevista para presentar este disco debido a que Gutt tiene que pasar por el quirófano para operarse de una hernia discal. Y por si no fuera suficiente, el próximo verano tienen confirmada una gira por Norteamérica haciendo de teloneros de… Nickelback. ¡Qué cruel es el destino!
Es una pena que no vayan a poder defender este proyecto en directo porque se nota que está hecho desde la sinceridad. Está claro que un disco así es prácticamente un suicido comercial; en 2020 casi nadie está interesado en un disco íntegramente acústico hecho por rockeros que pasan de los 50; a menos que ofrezca una recreación de sus hits ya conocidos, claro.
Pero, gracias a dios, Perdida no es eso, sino que presenta una colección de nuevas composiciones de exquisita factura que explora en la vena más intimista de su música. Las interpretaciones de todos los participantes son impecables, ya sea en el pop folk de ‘Fare Thee Well’, en esa ‘Three Whishes’ que recuerda al Unplugged que grabaron Robert Plant y Jimmy Page con su cadencia y orquestaciones exóticas, en la afrancesada ‘Miles Away’ o en ‘You Found Yourself While Losing Your Heart’ con un precioso solo de guitarra de Dean DeLeo.
Arropando estas composiciones dominadas por acordes menores escuchamos violines, pianos, saxo y hasta solos de flauta en ‘I Didn’t Know the Time’ o ‘She’s My Queen’; incluso a Robert DeLeo tomando la voz principal en la loungy ‘Years’.
La gran lástima es que a pesar de sus virtudes, al álbum no logre removerte las tripas. Y es que por muy bien que cante Gutt, carece de un alma atormentada como la de Weiland o un Staley, que le permita encontrar la belleza en la tristeza. Y Perdida es justo lo contrario, juega a ser triste a través de la belleza. Es tan bonito que juega en su contra. Eso sí, apunta a que como disco para un día de resaca funcionará de perlas.
JORDI MEYA