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SUM 41 – ‘Heaven x Hell’

Recoge lo mejor de los dos mundos por los han transitado durante toda su carrera.

Teniendo en cuenta todos los altibajos que han atravesado a lo largo de casi tres décadas de vida, cuesta entender por qué Sum 41 (o más bien su líder Deryck Whibley) han decidido retirarse cuando se encuentran en el mejor momento de toda su trayectoria, asentados como una de las bandas más respetadas y populares dentro de su escena.

Bien es cierto que a nadie se le debe escapar que la posibilidad de un futuro regreso de aquí a unos años es totalmente factible (que se lo digan a Slayer si no). Al fin y al cabo, su media de edad todavía está en los 40 y pocos y se mantienen en buena forma. Pero tras escuchar las declaraciones de Whibley en entrevistas recientes, acusando el cansancio tras tanto tiempo en la brecha y la inquietud por probar suerte con nuevas aventuras, puede que esta vez haya algo de cierto en su discurso. Por mucho que el viento siempre haya soplado a tu favor, incluso en los momentos bajos, dedicarte desde que eras adolescente a una misma causa agota a cualquiera.

Sea de un modo u otro, los canadienses han querido despedirse a lo grande con una obligada gira mundial que ya está en marcha y que pasará por nuestro país este verano con paradas en Resurrection Fest y Mad Cool. Pero lo mejor de todo es que nos hayan dejado un último regalo en forma de álbum doble para reafirmar que pocas bandas de su quinta han estado a su altura en estos últimos años. Mientras los nuevos trabajos de compañeros de clase como Green Day y Blink 182 no dejan de estar bien pero distan de ser notables, Sum 41 pueden presumir de marcharse con los deberes hechos y la cabeza bien alta.

Con la acertada idea de querer reflejar las dos facetas por las que ha transcurrido su discografía, cada uno de estos dos discos está dedicado a un estilo en concreto. Por un lado, Heaven recupera la vertiente pop punk de sus inicios en trabajos tan celebrados como All Killer No Filler, con el que se dieron a conocer a comienzos del nuevo milenio. Por contra, Hell focaliza sus esfuerzos en subrayar el lado más metalero (a lo Sumtallica, como les gusta decir) de su última etapa. Da igual cual prefieras porque en ambos el nivel es sobresaliente.

Empezando por el primer tomo, de entrada sorprende que no esté tan alejado de su vertiente más dura. Es verdad que en ‘Landmines’, ‘Time Won’t Wait’ (Machine Gun Kelly habría matado por componer un single así) o ‘Not Quite Myself’ las melodías urgentes son las principales protagonistas, pero sin caer en la ñoñería habitual de otros competidores (Simplen Plan y Good Charlotte, os estoy mirando a vosotros). De hecho, el punk hipervitaminado de ‘I Can’t Wait’, ‘Future Primitive’ y ‘Johnny Libertine’ se acaba imponiendo al tiempo que inyecta un bienvenido dinamismo a estos 26 minutos que se pasan en un suspiro. Hasta en la inicial ‘Waiting On A Twist Of Fate’ no disimulan a la hora de colar algún que otro tic metálico.

Aún con todo, hay algún pequeño bache a pesar de su brevedad. En ‘Dopamine’ abusan en exceso de un estribillo redundante, mientras que ‘Bad Mistake’, sin ser mala, se asemeja demasiado a ‘You’re Gonna Go Far, Kid’ de The Offspring. ‘Radio Silence’ y su toque épico suenan casi rutinarios, pero funciona bien como cierre de la primera parte. Llevaban tiempo sin arrimarse al estilo y dejan bien claro que todavía saben como jugar a esto para ganar.

En cuanto a Hell, resulta curioso que arranque con una intro que te deja completamente descolocado. En ella encontramos a Deryck usando un filtro de efecto vocal sobre un arreglo de piano. No es lo que esperarías de entrada cuando se presupone que estás ante el álbum que representa su cara más cañera. Por suerte, no tardan demasiado en colocar las cosas en su sitio a la que entran con todo en ‘Rise Up’, imprimiendo un registro mucho más agresivo y contundente  recordando a lo practicado en obras como Chuck y 13 Voices.

Y es que casi nadie de su generación ha sabido aunar tan bien el punk y el metal bajo una misma fórmula como ellos. Así lo vuelven a demostrar en ‘Stranger In These Times’, ‘Over The Edge’ o ‘It’s All Me’, sin renunciar al componente melódico, lo cual hace pensar que los dos polos que plantean tal vez no estén tan distanciados como nos quieren hacer creer. De todos modos, el grupo se encuentra comodísimo disparando riffs y dejando que Dave Baksh campe a sus anchas en cada solo y punteo de guitarrea, siendo ‘I Don’t Need Anyone’ y ‘You Wanted War’ (con un mano a mano junto a Tom Thacker) dos de los momentos estelares de todo el trabajo.

Esta vez sí, ‘How The End Begins’ cumple a la perfección como broche final. El único “pero” que se le puede achacar al segundo volumen es la innecesaria relectura del ‘Paint It Black’ de The Rolling Stones. Suena resultona y no molesta, pero tampoco termina de encontrar justificación dentro del contexto. En cualquier caso, no empaña en absoluto el global de un ejercicio de estilo que recoge lo mejor de los dos mundos por los que el cuadro de Ontario ha transitado durante toda su carrera.

Como decía al comienzo, no dudaría en apostar parte de mis ahorros a que dentro de 5 o 6 años tengamos a Sum 41 de vuelta en los escenarios. Y a pesar de que por una vez me encantaría que un grupo cumpliera con su palabra, si su retorno está al mismo nivel que exhiben aquí, no seré yo quien se queje.

GONZALO PUEBLA