Taylor Hawkins, el más carismático y genuino batería conocido en los últimos veinticinco años, por no hablar de su exquisita, magnética y emocional técnica tocando, se ha ido.
Contrariamente a mi vida hace años, ahora mismo soy un animal diurno. Pero ayer hice una pequeña excepción. Lo que era una noche tranquila viendo películas terminó con lágrimas, cigarrillos y música de Foo Fighters a todo el volumen que se pueda poner la música a esa hora en el que aún faltan dos horas para que salga el sol y los vampiros se escondan.
Miré el móvil y Cesca Trullas, una de las mejores personas que jamás podáis conocer del mundo discográfico, colgó en su historia de facebook el texto que Foo Fighters había publicado. Taylor Hawkins no estaba ya en la lista de los vivos. Se me vino a la cabeza la primera frase que aprendí de niño en inglés. I can’t believe it. Fui al ordenador para constatarlo. Cuando vi que era verdad y lo habían anunciado hacía media hora, mi corazón dio un vuelco que sólo se pudo resituar a base de escuchar esa batería, esa voz, esa pasión que desprendía un hombre tan vitalista, encantador como Taylor Hawkins. Recuerdo que necesitaba hablar con alguien… no eran las horas más adecuadas para llamar a nadie. Afortunadamente mi pareja me cogió el teléfono. Aparte de consolarme con su voz, me contó el gran detalle que tuvo Taylor con una niña argentina, fan del batería, que hizo una petición vía internet para conocerlo. La niña se puso a tocar la batería bajo la lluvia en frente del hotel donde se alojaba la banda en Paraguay. Y el deseo se hizo realidad. Taylor Hawkins, en otro acto de su asombroso corazón, bajó de su habitación para conocer a su pequeña fan de nueve años.
También le comenté por el messenger de Facebook la noticia del fallecimiento de Hawkins a Jim Wilson, que se sorprendió por la fatídica noticia igual que todo el planeta rock. Finalmente estuve chateando con una persona muy cercana a él, la inefable Inger Lorre de The Nymphs, amiga del tristemente fallecido batería. Necesitaba hablar con cualquier persona que pudiera sentir lo mismo que yo.
Imagino que como a mí, muchos de vosotros establecéis con vuestros ídolos musicales vínculos emocionales, un pacto de lealtad, de cariño y respeto, que te hacen sentirlos más cercanos que personas que están en tu día a día. No soy el mayor fan de Foo Fighters, pero sí de Taylor. Hace años, cuando sacaron Sonic Highways, se cumplió un pequeño sueño. Supongo que conocéis la historia del álbum, pero bien vale volver a explicarla. Básicamente Grohl y cía, se dedicaron a ir a ocho ciudades claves de Estados Unidos, grabando un documental en cada ciudad, hablando de la historia musical de la misma. Todo terminaba con el grupo tocando una canción compuesta en la urbe de turno con algunos de los músicos destacados.
Un ejercicio de melomanía totalmente auténtico, mostrando respeto a escenas que apenas tuvieron visibilidad y dando a conocer a las nuevas generaciones bandas tan increíbles como Cheap Trick. Recuerdo que le comenté a Cesca si era posible entrevistar al grupo. Me confirmó que Taylor era factible. Hablé con Cesar Martín, actual director de Popular1, y se decidió darle la portada del mes siguiente a Foo Fighters, la segunda de la historia de la revista. Sorpresas de la vida, el artículo y entrevista se complementó con un texto de Richard Royuela, quien fue el encargado de entrevistar a Dave Grohl en la primera portada de Foo Fighters en Popular1.
A Taylor Hawkins lo conocí por Brian May. Colaboraba en una canción del segundo disco en solitario del guitarrista de Queen. Me dejó sin palabras su forma de tocar. En seguida quise saber más de él. Me enteré que había sido batería de Alanis Morissette en la gira del notable debut de la canadiense. En esa época casi pre internet, pude ver fragmentos de conciertos de esa formación en la MTV. Taylor Hawkin me ganó al instante. Su toque, su encanto, todo. Más tarde me enteré que ambos compartíamos el mismo grupo favorito. Y aquí llega el momento del pequeño sueño cumplido, entrevistar al batería que me dejó alucinado con su pegada en 1998. Después de tantas entrevistas, uno no sabe lo que esperar del músico de turno con el que te toca hablar. Muchos te dan respuestas mecánicas o se muestran arrogantes. Puede llegar a darse el caso que te haya tratado tan mal que dejes de escuchar su discografía por un tiempo. Cuando hablé con Hawkins constaté lo que desprendía en sus actuaciones, vídeos, declaraciones. Era un hombre agradable, de una felicidad contagiosa y totalmente honesto. Os puedo asegurar, sea por teléfono o en persona, que es muy difícil encontrar en el mundo del rock personas así. Son una entre un millón, y Taylor cumplía ambos requisitos, honestidad y vitalismo.
Me sorprendió cómo se desnudó conmigo contándome sus primeros años con Foo Fighters y la inestabilidad del proyecto entonces. O que me preguntara con verdadero interés mi canción favorita del álbum. Cuando has realizado más entrevistas de las que puedas recordar te das cuenta cuando te preguntan ese tipo de cuestiones por una estrategia de marketing o por auténtica curiosidad. Le dije que la canción del disco que más me había gustado era ‘I Am A River’, con esos fantásticos arreglos de Tony Visconti. Respondió: “Oh. Algunas personas piensan que es la mejor canción que hemos compuesto en toda nuestra discografía”. Esa canción fue uno de los muchísimas anclas musicales a los que me aferré durante varios años sobreviviendo a una enfermedad que casi me lleva a la tumba. Durante esos años, os puedo asegurar que artistas como Freddie Mercury, David Lynch o Chris Cornell eran la única razón para despertarme cada día. Y llegamos al punto en que nos pusimos hablar de Queen.
El primer concierto al que acudió Taylor a los diez años, fueron Queen presentando el polémico y menospreciado Hot Space, con el fantástico Fred Mandel como músico auxiliar a los teclados y el piano. En ese momento se rompieron las barreras de entrevistador y entrevistado. Éramos simplemente dos fans fatales hablando de la banda de nuestras vidas y defendiendo un disco que no gusta ni a los fans de la reina. Recuerdo que me preguntó por mi disco favorito del grupo. Me dijo que ese día se iba a poner News Of The World y A Kind Of Magic. Prácticamente al final de la entrevista me soltó riéndose “estamos locos, necesitamos terapia. Nos deberíamos ayudar mutuamente”. En efecto, estábamos locos. Es sólo rock and roll pero nos gusta, y lo amamos.
Hace poco en Facebook hice un comentario algo hiriente hacia Foo Fighters en tono irónico, diciendo que lo mejor de su repertorio siempre era la versión de Queen que tocaban y destrozaban. Soy de los que piensa que el único cantante que hizo honor a Freddie cantando una canción del inmortal frontman, fue el añorado George Michael. Buscando información ayer, me puse a leer un artículo en la web de la revista estadounidense Rolling Stone sobre las diez mejores actuaciones de Taylor Hawkin. Uno de ellos era su interpretación de ‘Somebody To Love’ en el Madison Square Garden en junio de 2021. Me sorprendió, porque había visto ya vídeos del grupo cantándola y no me habían hecho sentir nada. No sé si aquella noche hubo eclipse de luna, pero Hawkin bordó incluso la parte de falsete.
En su último concierto en Argentina también fue muy emotiva la actuación, pero ayudó bastante el público argentino, siempre tan ardiente. Creo que Taylor Hawkin representaba la autenticidad en una banda donde ese término se ha puesto en duda muchas veces. Recientemente en un libro de Guns N Roses, uno de los mejores periodistas musicales de este país cargaba contra Grohl, diciendo que seguramente Kurt odiaría en lo que se ha convertido. La verdad es que le veo sentido, y entiendo que a mucha gente le irrite ese impulso innato del que fuera batería de Nirvana intentando salir siempre en la foto con cada estrella que conoce. Pero por otra parte, Grohl ha descubierto a su audiencia a multitud de iconos del rock del pasado, músicos del underground o del mainstream, desde Killing Joke -a los que prestó sus servicios a las baquetas en todo un álbum-p asando por Led Zeppelin o Gary Numan. Las cosas no son ni blancas ni negras ni grises, hay multitud de matices. Y hay una cosa irrefutable, si el puto genio de Minneapolis, Prince, versionó un tema tuyo en la mejor actuación que se recuerda en una final de la Superbowl, es por algo.
Pero volvamos al tema principal. Han pasado veinticuatro horas desde que me enteré del fallecimiento de Taylor, apenas he dormido y estoy apurando los últimos cigarros. Esta noche de cambio de hora he acudido a un concierto, y después, en un bar de rock, me he sentido totalmente aislado, mirando en el móvil los miles de comentarios de fans y músicos de todo el mundo consternados por la tragedia, pidiendo al dj un tema de Foo Fighters. El ambiente era festivo. Cuando he mencionado en alguna conversación lo que estaba en mi cabeza a la gente se la sudaba por completo. Ha habido un momento que casi hace que salga mi peor lado, cuando un tipo se ha referido de forma despectiva hacia Hawkins como el batería de los patéticos Foo Fighters. No tío, no has entendido nada de esto. Un grupo patético no graba canciones tan grandes como ‘Everlong’. Y Taylor Hawkins no era sólo el batería de Foo Fighters, era puro rock and roll, en todo su cuerpo. Lo exudaba, lo inhalaba y respiraba, lo transmitía. Ya fuera como batería de Foo Fighters, con sus proyectos The Coattail Riders, Chevy Chase y The Birds of Satan, sus inicios con Sass Jordan, su ayuda a Coheed And Cambria….y nos tiraríamos un día entero. Siempre seguirá vivo, solamente tenemos que recurrir a cualquiera los nueve discos que grabó con Foo Fighters. Grandioso músico, superlativa persona. God bless Taylor Hawkins.
La fiesta se ha acabado y no se me ocurre mejor final que ir al tocadiscos y pinchar ‘Holy Man’, la preciosa canción que dejó en demo instrumental el estimado Dennis Wilson (otro artista que nos dejó demasiado pronto) y a la que Taylor puso voz en la reedición del magistral Pacific Ocean Blue. Sólo se me ocurre finalizar este texto poniendo una frase de un compañero de RockZone que escribió ayer en Facebook, Andrés Martínez. «Que tus tambores atruenen allá donde vayas y que suene Foo Fighters al 11 en tu honor».
IGNACIO REYO