Por mucho que ya estemos familiarizados a ver a diversos artistas realizar esa transición, todavía me sigue fascinando como dos estilos en apariencia antagónicos como el punk y el folk pueden tener unos lazos de unión tan fuertes. Quizás porque, como solía explicar el músico de country Harlan Howard, ambos géneros comparten la misma receta para escribir una buena canción: tres acordes y la verdad. Nada más y nada menos.
Ejemplos los tenemos a puñados. Chuck Ragan de Hot Water Music, Laura Jane Grace de Against Me!, Brian Fallon de The Gaslight Anthem, Dave Hause de The Loved Ones… por solo citar a unos cuantos. De algún modo, todos ellos han servido de referencia para la creación de Terrible Idea Co., el proyecto en solitario de Germán Picazo.
Hasta ahora teníamos al cantante y guitarrista de The Blackjaw por un tipo enérgico y con un registro vocal áspero y crudo. Por mucho que en su trabajo más reciente, Burn The Artisan, empezase a explorar otras vías menos contundentes, seguía siendo complicado imaginarle armado con una guitarra acústica en una tesitura más melódica y accesible. Nada más lejos de la realidad.
Estas cinco primeras canciones grabadas en Westline Studios nos permiten intuir que en la estantería de Germán hay mucho más allá del punk o el hardcore. Mismamente, ‘Ride The Night’ no tarda en situar nuestra mente en un tenebroso paisaje sureño de la América profunda con un ritmo que podrían firmar Murder By Death, una de las formaciones fetiche de nuestro protagonista.
Con algo más de brío y acompañado por el empuje de una banda al completo en la que han participado Juan Blas y Pablo Ponz de Caboverde, se descubre ‘The Public Eye’. Una pieza que no abandona el tono crítico que siempre ha caracterizado sus letras al reflexionar sobre la censura sufrida recientemente por algunos músicos. «Am I a criminal or an artist?», se pregunta Picazo en el estribillo.
Pero dónde de verdad se esconde el queso de este EP títulado sencillamente como #1 es cuando Germán se queda solo sin acompañamiento de nadie. Ahí es donde sobresale esa sensibilidad tan cercana a los primeros discos de City And Colour en la genial ‘Slaves’ o la tremendamente intimista ‘Death By IPA’, prácticamente susurrada directa al oído. Y por si no fuese suficiente, con ‘Made In Bangladesh’ se marca un cierre para sacarlo a hombros por la puerta grande.
Soy el primero que está deseando meterse en un pogo en cuanto The Blackjaw vuelvan a enchufar sus amplificadores en un escenario, pero ojalá que muy pronto tengamos una segunda entrega de esta aventura. No sería una idea tan terrible.
GONZALO PUEBLA