A The Casanovas no vamos a pedirles que cambien el mundo, que nos sorprendan o ni tan siquiera que se aparten un ápice de lo que saben hacer. ¿Para qué? La propuesta que practican, la tienen perfectamente dominada, llevan muchos años curtiéndola y perfeccionándola y a estas alturas, saben cómo ofrecer justo lo que se espera de ellos.
Un solo vistazo a la portada y sabes lo que te vas a encontrar dentro, unos cuantos pepinazos de potente hard rock´n´roll crudo, grasiento y extremadamente adictivo. Eso sí, se aprecían algunos pequeños retoques en el sonido del grupo.
‘The Devil In Me’, el primer single suena tan poderoso y melódico que empiezas a creer que se han olvidado de esa vena punk y high energy que como buenos australianos, siempre exhibieron con orgullo. Y no es que la hayan perdido, pero sí que es cierto que en gran parte del disco suenan mucho más pulidos y decididamente, más comerciales. Lo cual no lo decimos ni muchísimo menos, de manera peyorativa.
En ‘When You Want Something From Me’ incluso se acercan al Sunset Strip de los ochenta igual que en ‘The Lover’ donde trabajan unas armonías vocales que rozan el A.O.R más clásico. Los amantes de su vertiente más sucia quizás os estéis asustando pero no deberíais, da la impresión de que la banda tan solo ha ido avanzando en la multitud de influencias que tienen. Al fin y al cabo, todo suena muy natural, nada forzado y siempre se declararon seguidores de bandas como Cheap Trick o Journey.
Al parecer han trabajado codo con codo con Ron Nevison, el afamado productor (recordemos una celebridad que ha grabado con The Who, Kiss, UFO, Thin Lizzy o Led Zeppelin) recibía las canciones vía mail y les hacía sugerencias sobre como incorporar más voces, arreglos más trabajados y controlar los decibelios para dar más protagonismo a las composiciones en sí. Se trataba de enfatizar el poderío de las canciones que eran excepcionales, y creo sinceramente que lo han logrado. ‘Bad Girl’ nos trae esos medios tiempos tan mugrientos que también son marca de la casa y ‘City Streets’ exhibe un orgullo sleazy arrebatador, con uno de esos riffs que se te mete en la cabeza de manera casi obsesiva y unos infecciosos coros stonianos.
A estas alturas ya tenemos claro que Backseat Rhythms no va a cambiar el curso de la historia, pero sí que nos sirve para recordarnos que no todos los discos tienen que llegar al estatus de clásicos. Los hay que tienen la función de hacernos felices durante una buena temporada, y eso amigos, también es importante. Escucha por ejemplo ‘Burning Up The Night’ o ‘Baby Wants To Get Down’, si no te da un subidón tremendo al escuchar esas guitarras y esas armonías, quizás tengas un problema. Puro y simple rock´n´roll. Luego llega ‘The Last Time Was Good’ y nos la imaginamos en directo donde sin duda puede dar muchísimo juego gracias a una vez más, a un estribillo absolutamente cautivador.
En estos tiempos que corren, donde casi ninguna banda “joven” parece no tener siquiera la oportunidad de crecer más allá de los clubs, es esperanzador que sigan apareciendo discos como este. Seguramente no será esta una producción con pretensiones ni objetivos grandilocuentes, pero son igualmente necesarias para los que todavía gustamos del atractivo de las buenas canciones y del rock’n’roll de toda la vida.
ANDRÉS MARTÍNEZ