Tratar de explicar la música que hace Javier Ayensa es tan complicado y arriesgado como intentar definirlo a él mismo. Puedes estar hablando con él durante horas de las excelencias de Beatles, Kinks, Jimi Hendrix y tantos otros, pero su concepto a la hora de componer resulta tan rico, brillante, especial y, por qué no decirlo, caótico, que cuando te enfrentas a su música, piensas en cómo demonios se lo monta para que el resultado final no suene a ninguna de sus influencias. Personalidad es la palabra que definiría un don tan buscado como escaso.
Afincado desde hace ya mucho tiempo en Londres, a nuestro hombre lo conocíamos de sus aventuras con los excelentes Mark And The Clouds y de un precioso álbum en solitario (The Way We Are Wired, 2014), que pasó de puntillas para casi todo el mundo a pesar de atesorar piezas de gran valor en su interior. The Dankoes es su nueva aventura, donde se ha hecho acompañar de algunos músicos de reconocida experiencia y valía, como el batería británico Jamie Shaw o el bajista Juancho López, un hombre que parece estar en todas partes ya que lo hemos visto y escuchado acompañando a gente como Paul Collins, Peralta o Kurt Baker.
La grabación hecha en los estudios Guitar Town con Hendrik Rover a los controles, seguramente era el punto de orden que le hacía falta al caos que siempre acompaña al protagonista, además de conseguirle ese sonido tan orgánico y natural que ya es una marca de la casa de todo lo que graba el líder de Los Deltonos.
Y bien ¿estamos ante el típico refrito de classic rock vintage escuchado una y mil veces? Rotundamente no. La gran diferencia es que aquí hay grandes composiciones que no se apoyan con descaro en un sonido o un estilo tratando de recrearlo, aquí hay borbotones de ideas que se desarrollan a través de un concepto muy amplio. ¿Ejemplos? La entonación a la hora de cantar te puede recordar a Dylan, los riffs sucios y deslavazados tienen ecos de los primeros tiempos de Swinging London, las etéreas atmósferas te hacen venir al Hendrix menos obvio, ciertas melodías te evocan a los Beatles e incluso hay bellísimos pasajes que le sacarían una sonrisa a Gene Clark si llegara a poder escucharlas. Pero repito, todo esto trabajado de una manera tremendamente personal y al servicio de unas composiciones excelsas.
Comenzando la audición, son muchos los momentos que hacen que tu atención se ponga alerta. ‘Let Me Shout’ sin ir más lejos, debería ser un hit inmediato, con ese infeccioso riff, esos preciosos coros y ese estribillo tan embaucador. ‘Void’ es una maravilla donde el espectro del marciano de Seattle aparece con fuerza. ‘Stop Hurting Yourself”’ se enfanga en los sonidos de la Costa Oeste con una elegancia abrumadora. ‘Depression’ suena tan cruda y visceral que prácticamente derrite los altavoces, heavy blues en su máxima expresión, sólo roto por la desganada voz de nuestro protagonista, que a la hora de interpretar, de la simpleza hace un arte. Podemos seguir, ‘A Goal’ es rematadamente bella con esa cadencia casi glam y ese corazón psicodélico, y por favor, escucha ‘Its About Time’, si amas el garaje de los sesenta y la desaliñada manera de tocar de Dave Davies, quedarás sorprendido.
No sabemos lo que le deparará el futuro a este músico, pero ya nadie le podrá quitar el que haya editado uno de los discos más interesantes y sorprendentes de lo que llevamos del 2022. Cuando uno ya se cansa de escuchar una y otra vez la misma canción tocada por tipos con exactamente la misma imagen que otros cientos como ellos, es gratificante encontrarte con discos tan sinceros, honestos y originales como este.
ANDRÉS MARTÍNEZ