Hace un par de meses Brian Fallon nos contaba que el nuevo disco de The Gaslight Anthem, el primero en 9 años, sería un intento de reconectar con sus fans. “Si yo estuviera esperando tanto tiempo por un nuevo disco de The Gaslight Anthem, esto es lo que querría escuchar”, confesó.
Probablemente Fallon y yo tengamos concepciones muy distintas, pero siendo el combo de New Brunswick una de las bandas que más me obsesionó entre 2008 (el año de su irrupción con su segundo largo The 59’ Sound) y 2015 (cuando anunciaron un hiato indefinido solo interrumpido por una breve gira de reunión en 2018), el contenido de History Books no es precisamente lo que esperaba. De hecho, y lo aviso desde ya mismo, dudo bastante que llegue a contentar a la gran mayoría de los que se enamoraron de ellos en su día.
A nadie se le escapa que Brian siempre ha sido el corazón, el cerebro y el alma de la formación. Para lo bueno y lo malo. Sus compañeros tuvieron la enorme suerte de cruzarse con un tipo que durante un periodo de tiempo encontró la manera de enlazar el punk rock de Hot Water Music y Social Distortion con el rock clásico de los grandes cantautores americanos como Bruce Springsteen o Tom Petty con resultados sobresalientes. Pero del mismo modo, la inestabilidad emocional de su líder, especialmente tras el divorcio de su primera esposa, acabó precipitando el final de la formación y el inicio de la carrera en solitario de Fallon.
Una trayectoria como solista en la que nunca ha sido capaz de librarse de la alargada sombra de su pasado, publicando trabajos cada vez más anodinos y tan carentes de inspiración como de interés. No es de extrañar pues que haya terminado sucumbiendo a una reunificación en busca de reclamar la atención perdida. Pero al igual que ha quedado demostrado en otras reuniones recientes como las de The Smashing Pumpkins o Red Hot Chili Peppers, el volver a juntar todas las piezas originales no garantiza nada. Y mucho menos cuando el principal compositor sigue siendo el mismo.
Así ocurre que el sexto LP de los de New Jersey suena en muchos momentos más a Fallon por su cuenta que a los propios Gaslight. Incluso sufre de los mismos tics que el cantante lleva arrastrando desde hace años. Uno de ellos es la alarmante falta de ritmo a lo largo de todo el álbum. Si la tarea de recibirnos recae sobre un corte simplemente correcto como ‘Spider Bites’, ya te puedes hacer a la idea de lo que se viene a continuación.
Según van pasando los minutos, las sensaciones transitan entre canciones que podrían haber formado parte de su última etapa (‘Positive Charge’ y la anunciada aparición de Bruce Springsteen en ’History Books’ que apenas se reduce a una estrofa y un coro testimonial) y un campo plagado de minas en forma de medio tiempos y baladas sin sustancia ni atisbo de nervio alguno. Que el grueso del disco lo compongan ‘Autumn’, ‘Michigan, 1975’, ‘The Weatherman’ o ‘Empires’, dónde el grupo funciona más por pura inercia que por convencimiento, no ayuda a levantar el vuelo en ningún instante. Más que reverdecer viejos laureles intentando emular sus tiempos mozos, suenan realmente a lo que son: unos cuarentones que han perdido la chispa para emocionarte.
Apenas la urgencia de ‘Little Fires’ (la mejor con mucha diferencia) y el pesado riff de ‘I Live In The Room Above Her’ te despiertan de la siesta para rememorar brevemente lo que llegaron a ser tiempo atrás, al igual que el cierre con ‘A Lifetime Of Preludes’, dónde vislumbras a aquel Fallon que antaño se vestía como un Springsteen tatuado. Tan solo son destellos de una época dorada que difícilmente volverá, porque todo lo que The Gaslight Anthem parecían prometer en este regreso ya lo hicieron cuando eran jóvenes.
GONZALO PUEBLA
