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THE HIVES – ‘The Death Of Randy Fitzsimmons’

De igual manera que uno espera verles enfundados en sus trajes de relámpagos, sus canciones están pensadas para que te resulten reconocibles de inmediato.

De cualquier otra banda que llevara once años sin sacar un disco nuevo exigirías que, como mínimo, te ofreciese algo nuevo. Pero esperar eso de The Hives significaría no entender de qué va todo esto. Su secreto es, precisamente, no cambiar nunca, hacer del cliché su ‘bogus operandi’.

Los suecos supieron aprovechar como pocos el tirón que tuvieron las guitarras a principios de siglo y, contra todo pronóstico, han sabido aguantar que estas pasaran de moda durante buena parte de su carrera. Si bien su producción ha sido escasa, la banda nunca ha dejado de tocar en directo, perpetuando el gancho de un puñado de canciones (‘Hate To Say I Told You So’, ‘Idiot Walk’, ‘Tick Tick Boom’, ‘Two-Timing Touch And Broken Bones’, ‘Go Right Ahead’…) al menos en un par de generaciones. Haz la prueba, pon cualquiera de ellas en una fiesta, y verás que siguen funcionando igual de bien que cuando se publicaron.

Como si fueran una banda de dibujos animados, el concepto del tiempo no existe para The Hives. Su sexto álbum podrían haber salido hace cinco años o de aquí a cinco y no habría ninguna diferencia. De igual manera que uno espera verles enfundados en sus trajes de relámpagos, sus canciones están pensadas para que te resulten reconocibles de inmediato.

Una guitarra emulando la cadencia de unas campanadas a muerto -se supone que en honor a Randy Fitzsimmons, su misterioso  padrino quien según ellos era el compositor de todas sus canciones- sirven como introducción a ‘Bogus Operandi’, el trepidante tema con el que presentaron el disco hace tres meses. El grupo presenta la artillería pesada en el arranque del disco con ‘Trapdoor Solution’, ‘Countdown To Shutdown’ y ‘Rigor Mortis Radio’, todas ellas lanzadas previamente como singles, sin dar respiro. Quizá se aprecie un sonido más sucio que en Lex Hives (2012) o The Black And White Album (2007), con todo al límite de la saturación, pero los trucos son los mismos de siempre. Pelle Almqvist aúlla con su graciosa impertinencia, los riffs son primitivos y los ritmos básicos, pero todo encaja como un guante.

Incluso en la media hora que dura el disco se las apañan para ofrecer pequeñas variaciones de su fórmula de rock garajero: más bluesys en ‘Stick Up’, pisando el acelerador en ‘The Bomb’, pasándose al oi! en ‘Smoke & Mirrors’ con un estribillo muy Cockney Rejects, e incluso reciclando ‘Do I Wanna Know?’ de Arctic Monkeys, con quienes han estado girando por estadios este verano, en ‘What Did I Ever Do To You?’.

No es su disco más brillante (canciones como ‘Two Kinds Of Trouble’ o ‘The Way The Story Goes’ son un poco del montón), pero allá donde esté, Randy Fitzsimmons puede reposar tranquilo con lo que han hecho sus discípulos.

JORDI MEYA