A estas alturas del partido hacer cualquier previsión sobre la longevidad futura de The Rolling Stones es jugar a la ruleta rusa. Pero si algo evidencia Hackney Diamonds es que ellos van a hacer todo lo que esté en sus manos para que esto dure lo máximo posible.
La muerte de Charlie Watts hace dos años, o que Mick Jagger se haya estrenado como octogenario en este 2023, lejos de hacerles plantear cómo de cerca está el final, parece haberles sacado un último arrebato de orgullo para demostrar por qué son la banda de rock n’ roll más importante de la historia.
Que Jagger ha sido el principal impulsor de que estemos hablando de un nuevo álbum de los Stones, está fuera de toda duda. Hay momentos en Hackney Diamonds que parecen más cerca de un disco en solitario del cantante, como ‘Depending On You’ y en especial ‘Driving Me Too Hard’, que de los propios Stones. A pesar de que los riffs de Keith Richards o los fraseos de Ron Wood están muy presentes en algunas de sus doce canciones, está claro quién es el gran protagonista del álbum.
El fichaje de Andrew Watt como productor, que además colabora en la composición de tres temas, rompiendo la impenetrable dupla de Jagger-Richards, tampoco es ninguna casualidad. Si algo han exhibido los últimos discos de Ozzy Osbourne o Iggy Pop, es que ha encontrado la fórmula mágica para que un veterano pueda dar lo mejor de sí manteniendo su esencia, pero logrando sonar fresco. Y de eso va Hackney Diamonds. El álbum es un verdadero auto-homenaje, pero lejos de resultar cansino, destila una luz y energía que pocos podíamos esperar de los Stones a estas alturas, situándolo muy por encima de aquel A Bigger Bang, su último trabajo con material nuevo, de hace ya 18 años.
La inicial ‘Angry’, que fue el primer adelanto del disco, nos muestra a una banda rejuvenecida y con ganas de reivindicarse a base de rock. Es lo mismo que transmiten canciones como ‘Whole Wide World’, el momento más Tattoo You del disco, ‘Live By The Sword’, adornada con un piano juguetón de la mano de Elton John, y especialmente ‘Bite My Head Off’, donde se lanzan a un desenfreno que no habíamos oído en décadas, y con el mismísimo Paul McCartney uniéndose a la fiesta, como si también quisiese dejar claro que la edad no va con él.
El recuerdo a Charlie Watts viene con las baterías que dejó grabadas para ‘Mess It Up’, con aires country que recuerda a Exile On Main Street, y el vacileo funky de ‘Live By The Sword’, puro Some Girls, en la que, por si alguien se había olvidado, testifica por qué Watts era un batería único. Son los dos temas más genuinamente Stones y un testimonio del inmenso legado que dejó en la banda.
Redondeando el álbum nos encontramos el inevitable corte con Keith Richards a la voz en ‘Tell Me Straight’ que, por mucho que duela reconocerlo, es de lo más flojo de Hackney Diamonds. Un pequeño bajón que se compensa de sobras con ‘Sweet Sounds Of Heaven’, siete gloriosos minutos de aires gospel y soul, donde Lady Gaga lo borda junto a Jagger, arropados por el piano de Stevie Wonder, regalándonos el momento más emocionante de todo el disco. El final con la versión de Muddy Waters de ‘Rolling Stone Blues’ cierra el circulo vital de la banda recordándonos dónde empezó todo, y que, en el fondo, lo único que quieren, tras 60 años de carrera, es seguir emulando a sus ídolos del blues como cuando eran adolescentes.
Como decía es imposible saber qué nos deparará el futuro, si habrá más giras, nuevos discos, nuevos retos… Pero si Hackney Diamonds es su testamento musical, recibámoslo como un último regalo por parte de una banda que se ha querido marchar a la altura de su leyenda.
RICHARD ROYUELA