Hay algo peor que hablen mal de ti, y es que te ignoren. No sé si será por el bajísimo nivel que mostraron The Smashing Pumpkins en la primera parte de Atum, su ‘ópera rock en tres actos’, pero hace unos días que ha salido la segunda, y da la sensación que nadie se ha molestado en escucharlo, y mucho menos a escribir sobre él.
Es posible que la banda, o más concretamente Billy Corgan, se lo hayan buscado hypeando el proyecto desde hace dos años, sin tener un material potente que pudiera justificarlo, pero sorprende hasta qué punto resulta irrelevante que publiquen nueva música, y más que lo seguirá siendo si continúan por este camino.
Para ser justos, este Act II no es tan rematadamente malo como el anterior, pero contiene la mayoría de sus defectos. De nuevo encontramos temas ochenteros en los que prevalecen los sintetizadores junto a otros, en concreto tres, en los que desenfundan las guitarras. Sin ser ninguna maravilla, al menos rompen la monotonía del resto.
Hablo de ‘Empires’, en la cual se apropian descaradamente del riff de ‘Painkiller’ de Judas Priest, ‘Beguilded’ que fácilmente podrían versionar Ghost, y ‘Moss’, que también tira al metal, en este caso con un ritmo más pesado y buenos solos de guitarra, pero que pierde fuerza por esa manía que desde Cyr tiene de meter coros femeninos. Es un recurso que no me convence para nada; podría estar bien en algún tema en concreto, pero no como un elemento constante.
En el resto, las calabazas vuelven ahogarse en ese sonido de sintetizadores cutres y composiciones anodinas como ‘Space Age’, ‘The Culling’, ‘Springtimes’ o ‘Every Morning’ en los que suenan como unos New Order de mercadillo.
‘Avalanche’ y ‘To The Grays’ tienen un pase, pero puestos a escuchar al Corgan en versión pop, casi prefiero recuperar Mary Star Of The Sea, el único disco que sacó con Zwan, ahora que se cumple su 20 aniversario, que darle otra vuelta más a esto.
MARC LÓPEZ